El espacio prometido

'Interstellar' ofrece una mirada al cosmos deudora de los grandes maestros del género como Ray Bradbury o Robert A. Heinlein

Jessica Chastain, en un fotograma de 'Interstellar'.

Jessica Chastain, en un fotograma de 'Interstellar'.

NANDO SALVÀ

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«Hemos olvidado lo que somos: exploradores, pioneros», lamenta Matthew McConaughey al principio de Interstellar, antes de volar al espacio en busca de un planeta habitable. Pero quizá sea el director Christopher Nolan el que habla por boca del actor. En Hollywood la ciencia ficción ya no se toma en serio. Lejos quedan los días en los que Stanley Kubrick se preguntaba qué iba a traernos el nuevo milenio. En general el cine ya solo usa el universo como escenario de fantasías alienígenas y batallas superheroicas. Por eso, decimos, Cooper (McConaughey) podría ser el alter ego de Nolan, cineasta visionario dispuesto a redescubrir ese territorio misterioso y fascinante que la ciencia ficción un día fue.

Así, mientras sugiere que nuestro destino quizá no es salvar el mundo sino abandonarlo por otro, el director recupera las preguntas esenciales: ¿Qué hay allí afuera, más allá del horizonte? ¿Qué nos deparará el futuro? Por ello -y por asuntos como la ambición y la envergadura-, Interstellar será incesantemente comparada con 2001: una odisea del espacio, que además también combina las más grandes ideas con las emociones y deseos más íntimos.

Asimismo, mientras se asoma a Saturno y atraviesa un agujero de gusano y rebota de un nuevo planeta a otro de camino al infinito, Interestellar revela una plétora de rastros genéticos que se remontan a los escritores Ray Bradbury --quizá el primer gran humanista de la ciencia-ficción- y Robert A, Heinlein --un optimista tecnológico dotado de gran curiosidad científica y contagioso sentido aventurero- y que llegan hasta M. Night Shyamalan, de quien Nolan parece haber tomado nota a la hora de encontrar significados cósmicos en objetos cotidianos -un juguete roto, una colección de libros- y a la de manejar un instrumento que en su cine previo trató como a una patata caliente: el sentimiento.

Las fuerzas del amor

Interestellar, en efecto, se deja guiar por las fuerzas caóticas y poderosas del amor y la conexión humanos, y en ese sentido, por último, todo su metraje está marcado con las pisadas de Spielberg. Por mucho que hable de física cuántica y quintas dimensiones, es una película sobre el amor; amor más fuerte que la gravedad y la relatividad; amor a un padre, y a una hija, y a un amante perdido a años luz, y sobre todo a la humanidad en su conjunto. Puede que seamos una especie profundamente defectuosa, pero que aun así hay muchos motivos para la esperanza. Nuestro deseo de explorar y descubrir, en busca de un fin más alto que nos conecte a través del tiempo y el espacio, es lo que hace que nuestra salvación merezca la pena.