CON KAZUSHI ONO, EL FUTURO DIRECTOR DE LA OBC, AL FRENTE

Aclamado 'holandés'

El innovador montaje de La Fura sobre la leyenda operística de Wagner cautiva a la Ópera de Lyón Àlex Ollé sitúa la historia en un barco varado en un desierto industrial

Ensayo general del montaje 8 El Holandés Errante de La Fura en Lyón.

Ensayo general del montaje 8 El Holandés Errante de La Fura en Lyón.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / LYÓN

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Espectacular, innovador, cautivador. Estos calificativos, con la gente en pie y dando bravos, se podían oír anoche en la Ópera de Lyón al término del aclamado estreno del montaje de La Fura de El holandés errante (Le vaisseau fantôme), obra ya de plenitud de un Wagner treintañero. La relectura que Álex Ollé ha hecho de la leyenda, situándola en lo más marginal del siglo XXI, ha sido muy bien acogida. En ella el mar se ha secado y el barco ha embarrancado en un desierto inspirado en el puerto de Chittagong (Blangladés), célebre por su contaminado cementerio marino en el que se desguazan las naves que van a morir allí.

La potente metáfora de lo que ocurre en ese infierno en la Tierra es el punto de partida de una versión escénica que conmueve al espectador. El racionalismo del hombre moderno y el universo de fantasía y realidad se encuentran en una encrucijada en la que el amor hacia un héroe maldito aún es posible. Y todo ello sin perder el norte de los valores que inspiraron a Wagner a construir un relato en el que el mar era el último límite. Ollé apela a unas emociones que se han transformado pero manteniendo los valores originales, como el sentimiento romántico de lo absoluto que el autor veía en el océano. La exquisita lectura musical de Kazushi Ono, titular de la orquesta del teatro y futuro responsable de la OBC, y el brillante desempeño del reparto de cantantes y el coro, contribuyeron a mantener las constantes musicales de de esta ópera universal. Suena la obertura y sobre la efigie del navío se proyectan unas imágenes de gran belleza de Franc Aleu, videocreador del montaje. Por momentos parece que estamos viendo la tempestad en 3D. El barco queda varado en unas dunas obtenidas a partir de una estructura inflable de la estupenda escenografía de Alfons Flores.

VIGENCIA / Un grupo de operarios, que parecen piratas o esclavos, con vestuario de un inspirado Josep Abril, empiezan a desguazar la nave. Del interior del habitat del marino condenado a vagar por los mares hasta que tenga, cada siete años, la oportunidad de encontrar a la mujer que le redima, sale la tripulación y su capitán, figuras fantasmagóricas que lo impregnan todo. Son el alma del último reducto de la sociedad capitalista. Ollé muestra que una historia así, en la que la vida tiene tan poco valor que es preferible esperar la muerte, tiene vigencia.

Es pertinente la sustitución de la metáfora del mar por la de un escenario desértico. Allí siguen pululando el miedo, los ansias de poder, las ambiciones y el afán de libertad. Todas la escenas cotidianas de la obra, como las de Senta y las hilanderas, se desarrollan sobre la arena. Hay momentos mágicos como el dúo entre el Holandés y Senta. También las escenas corales y la imagen del cambiante final en la que ella aparece en el recuperado mar, embarrándose con fango blanco para conseguir la misma apariencia fantasmal del ya desaparecido Holandés.

Simon Neal, de voz aterciopelada, es un protagonista dramáticamente bien construido. Lo mismo que una sensible Magdalena Anna-Hofmann. Ono demostró que es un gran director de ópera, aunque en Barcelona solo lo disfrutaremos con la OBC. El montaje viajará a Melbourne, Lille y Bergen, pero no se verá en España. Increíble.