La 71ª edición del Festival de Venecia

Bogdanovich vuelve al cine por la puerta trasera

El director rompe 13 años de silencio con la anticuada 'She's funny that way'

Peter Bogdanovich, flanqueado por los actores de 'She's funny that way' Kathryn Hahn y Owen Wilson.

Peter Bogdanovich, flanqueado por los actores de 'She's funny that way' Kathryn Hahn y Owen Wilson.

NANDO
SALVÀ

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A la hora de hacer películas, la desesperación es tan mala consejera como las prisas -quizá no sea casual que una y otras suelen andar de la mano-. Y eso sin duda sirve para poner en contexto  las dos películas que ayer centraron buena parte de la atención en Venecia. Una de ellas, dirigida por un cineasta que no había rodado una película en 13 años, y cuya última experiencia en el largo antes de esa fecha se remonta a 1992. La otra, protagonizada por un actor que lleva años vinculado a una exitosa saga de superhéroes, y que probablemente sienta la necesidad de reivindicarse a base de cine serio.

Peter Bogdanovich podría haber dejado para siempre de hacer películas después de El maullido del gato (2001) y nadie se lo habría reprochado. Alguien que ha formado parte de esa generación de cineastas conocida como Nuevo Hollywood -Altman, Coppola, Scorsese, Friedkin- y ha dirigido del tirón dirigido La última película (1971), ¿Qué me pasa, doctor (1972) y Luna de papel (1973) no necesita demostrar nada a nadie; su lugar en la historia del cine está asegurado. Quizá sea excesivamente aventurado sugerir que She's funny that way, con la que compite por el León de Oro, sea fruto de la desesperación, pero él mismo confesó ayer que lleva intentando hacerla desde finales de los 90.

Lo que en todo caso queda claro es que el tiempo alejado del cine ha hecho mella en él, lo ha convertido en un cineasta pretérito, y eso es algo de lo que la nueva película saca pecho. De hecho, mientras escenifica un enredo amoroso entre una prostituta reconvertida en actriz (Imogen Poots), un director teatral (Owen Wilson), un actor (Rhys Ifans) y una psicóloga (Jennifer Aniston), entre otros personajes, She's funny that way se esfuerza por ser un ejercicio nostálgico, una película como las de antes. «Cuando James Cameron se gastó 150 millones en hacer una película, Titanic, que luego resultó ser el mayor taquillazo de la historia, todos en Hollywood decidieron que ésa era la forma de hacer cine», lamentó ayer Bogdanovich en ese sentido. «Los grandes días de Hollywood, los de Ernst Lubitsch, Preston Sturges y Howard Hawks ya no volverán. Hoy en día el único objetivo de las películas es recaudar 300 millones de dólares el fin de semana de su estreno. Es muy deprimente».

 ¿QUÉ QUEDA DE AQUEL CINEASTA? / Las menciones a cineastas clásicos no son casuales, puesto que la película intenta emular las screwball comedies del Hollywood de los 30 y 40. Pero las películas de Lubitsch y compañía son grandes porque sus diálogos están repletos de humor inteligente, su estructura y su ritmo son precisos y sus personajes están dotados de complejidad. En cambio, el relato de She's funny that way se basa en casualidades y comportamientos improbables, sus personajes no generan empatía alguna y el nivel de efectividad de los gags está por los suelos. ¿Qué queda del cineasta que convirtió ¿Qué me pasa, doctor? en el más esplendoroso homenaje posible a la comedia de enredo?

UN SUPERHÉROE DESAHUCIADO / 99 Homes, también presentada ayer a competición, es la primera película que Andrew Garfield presenta desde el 2010 en la que no tiene que disfrazarse de hombre-araña. Considerando que el británico alcanzó notoriedad gracias a títulos de intachable reputación entre la cinefilia como Boy A (2007) y Red riding (2009), es comprensible que sintiera la necesidad de sacar músculo interpretativo y que para ello decidiera producirse una película a su medida. En ese sentido, 99 Homes es perfecta no solo porque incluye gran cantidad de escenas de lucimiento dramático, sino también porque es cine de prestigio y socialmente progresista y políticamente urgente.

En concreto, la nueva película del director Ramin Bahrani habla de cómo la especulación financiera ha golpeado al americano medio en los últimos años, en particular a aquellos que se vieron en la calle cuando dejaron de poder pagar sus hipotecas a los bancos. Es una película cabreada por los motivos adecuados y qué duda cabe que muy noble, pero de buenas intenciones está empedrado el infierno. En sus mejores momentos, la película hace poco más que reciclar el mito de Fausto a la manera de Wall Street (1987); en los peores, necesita rodear a sus personajes de comportamientos inverosímiles y situaciones melodramáticas para avanzar dramáticamente. En ese sentido, tal vez Garfield no se haya alejado tanto de The amazing Spider-Man como esperaba.