descubrimientos bajo la arena del desierto

El cocodrilo de Asuán

En el recinto funerario de Qubbet El-Hawa se han descubierto cuatro cámaras intactas y miembros de la familia del gobernador de Elefantina

La fachada del complejo funerario de Qubbet El-Hawa, en Asuán. Abajo, daga ritual hallada junto a la momia de un joven de 21 años.

La fachada del complejo funerario de Qubbet El-Hawa, en Asuán. Abajo, daga ritual hallada junto a la momia de un joven de 21 años.

ANNA ABELLA
BARCELONA

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Excavar en el complejo funerario de Qubbet El-Hawa, en Asuán, a mil kilómetros de El Cairo, le ha provocado al egiptólogo Alejandro Jiménez alguna lágrima, al hallar a un pequeño, «no vendado como una momia, sino envuelto como un bebé». Y subidones de adrenalina, como al remover la tierra que le señaló un obrero y ver cómo esta «empezaba a colarse como si fuera un reloj de arena», confirmando su intuición de que allí había una cámara intacta, «el sueño de cualquiera». En ella descansaba Sarenput, un joven de 17 años, de la familia gobernante de la provincia de Elefantina que vivió hace unos 4.000 años, en el Imperio Medio. Junto a él tenía un pequeño ushebti (figurillas que acompañan al difunto para servirle en el más allá), en un ataúd antropomórfico con su nombre y el de su madre en pan de oro. Pero el gran hallazgo de la última campaña han sido dos cámaras intactas que fueron reocupadas hacia el 650 a de C. «En una hay ocho humanos y un cocodrilo momificado. Hace que nos preguntemos qué pinta ese animal en Asuán, donde no se les adoraba. ¿Un culto secreto al dios Sobek?», bromea el arqueólogo, al frente del único proyecto en Egipto en un programa I+D+I (2010-2013) y que ahora cuenta con la Fundación Qubbet El-Hawa, Caja Rural de Jaén, Barcelona y Madrid, la Asociación Española de Egiptología y la Universidad de Jaén.

Él y su equipo suman ya cuatro cámaras intactas y dos semisaqueadas. Una de estas guardaba al primer gobernador hallado en el último siglo, Heqaib III, del 1800 a. de C, de la dinastía XII. «El cuerpo no lo habían tocado, como si los saqueadores, que entraron solo unos 20 o 30 años tras su muerte, le tuvieran miedo o respeto. Llevaba máscara y sudario. Tenía escoliosis, su columna vertebral era una ese, en cambio en las estatuas tiene la espalda perfecta...».

Otro familiar, en una de las cámaras intactas, tenía 21 años y lucía una daga ritual de cobre, plata, ébano y marfil. Era de Nubia. «Ha sido una sorpresa descubrir que los miembros de la familia del gobernador eran de distintas ramas, unos de rasgos mediterráneos y egipcios y, otros, negroides, nubios. No importaba el color de la piel, se consideraba egipcio a quien hablaba egipcio y demuestra que la composición étnica de la región de la primera catarata era muy similar a la actual». Jiménez eligió esa zona porque «es perfecta para analizar las relaciones internacionales e interétnicas. Asuán es la última ciudad mediterránea y la primera del Egipto africano y los pueblos antiguos se enriquecieron con ese contacto, era la puerta al comercio con África central, era rica en rocas necesarias para construir los monumentos faraónicos y, como frontera, era un centro militar».

Muerte violenta

De ahí que especule con que la única muerte violenta detectada hasta ahora en la necrópolis fuera la de un soldado («pero no descarto los celos...», ríe). «Tenía un golpe en la cabeza y otro en la nuca, como si le hubieran vuelto a golpear al caer». «Morían de tumores, anemias causadas probablemente por parásitos intestinales por beber el agua del Nilo..., otitis que derivaban en meningitis...». La media de edad era de 24,6 años; el 80% de los restos de los 300 individuos estudiados por ahora eran menores de 35 y, pese a su juventud, muchos tenían artrosis. La dura vida del obrero.