RECITAL DE UN ICONO DE LA CANCIÓN FRANCESA

La memoria de Aznavour

El veterano 'chansonnier' repasó anoche su trayectoria con un generoso y emotivo recital en el Liceu La actuación incluyó clásicos como 'La bohème' y 'Que c'est triste Venize'

Mucho oficio 8Aznavour, durante la interpretación de una de las canciones de su repertorio, anoche, en el Liceu.

Mucho oficio 8Aznavour, durante la interpretación de una de las canciones de su repertorio, anoche, en el Liceu.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Como Charles Trenet, como Henri Salvador, Charles Aznavour entiende vida y escenario como una poderosa unidad que solo puede prolongarse hasta las últimas luces del crepúsculo. Mientras estas esperan, sin prisas, el cantautor de origen armenio vive para dar nuevos sentidos y matices a sus composiciones, para gloria de esa canción francesa tan nutrida de aportaciones de sus hijos de ultramar.

De eso fue la canción que abrió el recital de anoche en el Liceu, Les émigrants, con citas al holocausto y a los guetos, y a personajes que un día fueron franceses de adopción, Picasso y Marie Curie. Bien, era la primera pieza de la noche, aunque Aznavour la interrumpió dos veces porque oía un zumbido electrónico que le molestaba. Mientras se arreglaba la incidencia, cantó un fragmento de El barco ya se fue, en castellano, solo con el pianista.

Medio siglo después

Dirigiéndose al público en francés, dijo entender bastante bien el castellano si no fuera por el detalle de que «la gente lo habla demasiado rápido», y salpicó el repertorio con  piezas adaptadas en su momento a esta lengua, como Habrá un despertar Nuestra juventud. A propósito de esta última, recordó su primer recital en Barcelona, «hace más de medio siglo», en la sala Emporium, hoy Muntaner. Hace un poco menos, en el 2010, pudimos verle en el Festival Jardins de Cap Roig.

Sólida presencia escénica y notable profundidad vocal a sus 90 años, cumplidos el 22 de mayo. «A mi edad a veces pasan cosas, como, por ejemplo, que te olvides de la letra de la canción», bromeó, apuntando a su mejor cómplice, una pantalla situada a pie de escenario que reproducía todos los textos. En las butacas, un público previsiblemente maduro entre el cual se vio a Raphael y su esposa, Natalia Figueroa.

El clásico Mourir d'aimer introdujo melodrama del bueno en su versión más severa, y su hija Katia, una de las dos coristas, compartió protagonismo en Je voyage, una de las  canciones más modernas de la noche,que dio título a un disco del 2003. Melodías evocadoras y arreglos frondosos, a cargo de siete instrumentistas, con el piano y los sintetizadores como sustentos. Y un Aznavour hablador, cercano y con gestos irónicos, como cuando aludió a ciertos aspectos de la lengua francesa. «Tenemos unas palabras a las que llamamos des gros mots», señaló; palabrotas como las que recorrieron la pieza Mes emmerdes.

Conciencia sentimental

El goteo de pesos pesados de su repertorio fue a más con Il faut savoir, Désormais y la romántica Toutes les visages de l'amour, que cantó en su versión inglesa, titulada She, la que, en 1974 le llevó al número uno en el Reino Unido (y que en 1999 adaptó Elvis Costello para la banda sonora de la película Notting Hill). Ahí habló el Aznavour conciencia sentimental de varias generaciones. «Lo importante en el amor es comunicarte, y por eso hay quienes ha aprendido diversos lenguajes», destacó, e interpretó Mon emouvant amour.

En los bises, otras dos piezas totémicas, La bohème y Que c'est triste Venize, interpretada en francés, y una propina fuera de todo guion, La mamma, que coronó con sentimiento el recital. Dos horas, 25 canciones y una exhibición de oficio, arte y mucha memoria.