CONCIERTO DE LA BANDA BRITÁNICA EN MADRID

Rolling Stones con rostro humano

JORDI BIANCIOTTO / Madrid

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Ni satánicas majestades ni gran circo del rock'n'roll, sino cuatro carismáticos señores maduros, «ladies and gentlemen, the Rolling Stones», tocando una serie de canciones poco menos que milenarias. El panorámico escenario, con pantalla de vídeo hexagonal, conveniente para plazas como el Bernabéu, no desvió anoche la atención de la música, de riffs y estribillos que se venden por sí solos. Menos de teatro que otras veces, sin muñecos hinchables y con un Mick Jagger, sí, que reprodujo con exactitud sus inquietos andares imperiales, manejados por un cuerpo esbelto y revoltoso, más propio de un treintañero que de un septuagenario.

Son 50 años, y subiendo, los que la banda británica festeja en esta gira, y lo hace porque está capacitada para hacerlo. Mantienen el grueso de sus integrantes y siguen en forma. Keith Richards, con sus arañazos a la Fender Telecaster, a menudo tan solo unas notas aquí y allá de aspecto caprichoso, que imprimen carácter a las canciones, sustentadas por Ron Wood y por una sección rítmica en la que Charlie Watts ha encontrado a un fluido aliado en Darry Jones. Rock'n'roll bien engrasado y con su saludable punto destartalado. En los conciertos de los Stones siempre hay la sensación de que aquello puede romperse en cualquier momento porque se alimenta de una energía humana.

Traca de clásicos

Precedidos por un estruendo sonoro, truenos y llamas, entraron en acción con Jumpin' Jack flash, inicio de una tanda de clásicos para dar la bienvenida, con You got me rocking (que suplió a la habitual Let's spend the night together), It's only rock'n'roll (but I like it) y Tumbling dice. De los años 60 a los 70, décadas que concentraron el grueso del repertorio, aunque no todo: hubo fugaces escapadas a piezas de periodos más cercanos, como Doom and gloom (el sencillo del último recopilatorio, Grrr!) y Out of control, rescate de Bridges to Babylon (1998). Momentos en los que, todo sea dicho, se observó una creciente afluencia a los bares y lavabos. Todo lo contrario que en las dos sorpresas que salpicaron el primer tramo de recital, Angie, una canción especialmente famosa en España («podéis cantarla si os apetece», invitó), en la que Richards se colgó una guitarra acústica, y la versión de Like a rolling stone, de Bob Dylan, elegida esta por petición popular a través de la red, y en la que Jagger nos obsequió con un sentido solo de armónica.

El cantante de los Stones, más políglota que la mayoría de estrellas del rock, habló bastante en castellano y, tras saludar con un «¡Hola, Madrid!, ¡hola, España!», resaltó que era «genial estar aquí otra vez tocando en este fantástico y hermoso estadio», y preguntó «¿lo estáis pasando bien?». Y se permitió presentar al batería de la banda como «el torero Charlie Watts», ocurrencia que no alteró su musculatura facial.

Tras Honky tonk woman, sobria, sin las muñecas gigantes de otras giras, Keith Richards tuvo su momento cantando, a su áspera manera, You got the silver y Can't be seen, alternando el blues acústico y el rock más expeditivo, secuencia que dio paso a la entrada en escena de un tercer guitarrista, Mick Taylor, que fue stone en algunos discos clave de los primeros 70. Otro detalle que subrayó la apuesta del grupo por un concierto más que por un espectáculo, y por guiños saboreados por los fans. La bluesística Midnight rambler trajo solos tanto de Taylor como de Richards. Una escena, pensándolo bien, extraña, la de un estadio atendiendo a una larga y pasada de moda pieza de blues.

A partir de ahí, baño de clásicos. El funk de Miss you, que en 1978 contrarió a muchos rockeros, y la oscuridad de Gimme shelter y un Sympathy for the devil envuelto en llamas y coros con perfume de vudú. Ahí, quemando las naves, Start me up, Brown sugar y, en los bises, la secular humildad de You can't always get what you want, con coro gospel, rumbo a (I can't get no) Satisfaction. Interesantes mensajes finales: ni siempre lograrás lo que quieras ni es posible la satisfacción. Sí, unos Stones vulnerables, humanos.