Estreno: 13 de junio

Solo los amantes sobrevivien Jim Jarmusch Vampiros muy cultos

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por QUIM CASAS

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Más que una película sobre vampiros, que también lo es, Solo los amantes sobreviven es un lúdico juego de referencias culturales (del rock al cine, de la literatura a la música clásica, de lo que representan dos ciudades tan distintas como Detroit y Tánger), algo en lo que Jim Jarmusch es un consumado y nada pedante experto.

Tras encarar a su manera variedades genéricas tan distintas como el filme carcelario (Bajo el peso de la ley), el cine de episodios (Noche en la Tierra), el wéstern (Dead man), el thriller (Ghost dog) o el rockumental (Year of the horse), Jarmusch emprende ahora su jugosa revisión del relato de vampiros apelando al romanticismo tortuosos de estos personajes condenados a la vida eterna.

El vampiro vive en Detroit, conoció a los poetas románticos franceses e ingleses, le prestó a Schubert uno de sus adagios y en su casa tiene retratos de Buster Keaton, Edgar Allan Poe e Iggy Pop. La vampira mora en Tánger y, en una idea preciosa, almacena en la yema de los dedos toda el conocimiento del mundo al leer decenas de libros. Son vampiros cultos, que se niegan a matar para vivir y prefieren alimentarse con sangre comprada clandestinamente.

La película es un juego especular con la propia obra de Jarmusch (el vampiro compone música, y la música que escribe es del propio Jarmusch y su último compañero en andanzas musicales, el laudista holandés Josef van Wissem) y un ejercicio nada retro ni cinéfilo, y cuenta con una secuencia espléndida en la que los protagonistas visitan Detroit de noche, en coche, hablando del sello discográfico Motown hasta llegar a la casa de Jack White. Pasado, presente y futuro de la cultura popular.