ENTREVISTA CON EL Cantante

Loquillo: "Hay gente que se va a la India, y yo grabo discos"

José María Sanz, Loquillo.

José María Sanz, Loquillo.

JORDI BIANCIOTTO / Barcelona

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José María Sanz, Loquillo, se muestra en el lugar que, como él dice, más le excita, el escenario, en 'El creyente', un doble disco y DVD grabado en Granada, y que hoy recreará en Razzmatazz (21.00 horas, Guitar Festival). Tras la polémica derivada de sus declaraciones, la semana pasada, en 'Abc', sobre el proceso soberanista, el cantante suspendió sus entrevistas de ayer en Barcelona con la única excepción de este diario. Pero pide al periodista hablar solo de música.

-¿A qué fe se refiere en El creyente? ¿A la fe en uno mismo?

 -Se puede entender así, pero, sobre todo, tiene que ver con la liturgia de un concierto de rock, que recoge muy bien la foto de la portada del disco, de Manel Esclusa.

-¿Qué connotaciones tiene para usted grabar el disco en Granada?

-Es una ciudad mágica que ha dado a Miguel Ríos, Los Ángeles, 091, Los Planetas, Lori Meyers... Pensar que solo pueden marcar tendencia Madrid o Barcelona es erróneo. Granada era el sitio. Por lo que significa en la evolución del rock español, por Lorca, por Joe Strummer (The Clash), que vivió allí, y porque fue una de las plazas que el año pasado petó en nuestra gira. Tenía que ser un disco que fijase al personaje, ya hecho, sin divisiones entre el rockero y el poético, sino el personaje total.

-No suele hablar de usted como un personaje, en tercera persona.

-La gente dice que en directo me invento un personaje. ¡No, no! Al escenario sales a ser tú. Abajo, sí, firmo autógrafos y soy Loquillo; es mi coraza perfecta. Raimon dice hoy (ayer para el lector) en EL PERIÓDICO que la gente cree una cosa de él que no es. Yo he visto a Raimon cantando Al vent y es estremecedor. Aún hoy. Cómo le sale la voz del interior, la convicción absoluta de sus actos... Él no hace ningún personaje ahí arriba, si no, la canción no se aguantaría. Estamos en una época de cambios, y la gente que queda ahí es la que mantiene una postura, guste o no. Yo me alegro por el triunfo de Rosendo, se lo merecía, y de Alaska. Y echo de menos más transgresión: nadie grita.

-Las dos versiones de Loquillo de las que hablaba, el rockero y el poético, se están acercando mucho, ¿no?

-Ya están, prácticamente. Queda muy poco.

-¿Qué falta?

-Una gira. Yo, en los textos, aprendo de los cantautores, y en la música parto de la fuerza del rock. Ese es mi espacio, que cada vez se ha ido cohesionando más. Pero ahora lo que más me excita es el escenario.

-Pocos artistas con trayectoria lanzan un disco cada año.

-Johnny Hallyday me dijo que no debes perder la capacidad de superarte. No soporto la gandulería de la música de este país. ¡En los 60, los grupos grababan dos elepés al año! Ahora, ¡hay gente que tarda cuatro años! Yo tengo el próximo hecho. Y antes habrá otro disco que llamo entremés, un proyecto independiente con The Nu Niles. Nunca he hecho un disco rockabilly. Hay gente que se va a la India, y yo grabo discos. Y a final de año estará mi tercera novela.

-Habiendo vendido todas las entradas de Razzmatazz, ¿cómo explica que el concierto del año pasado en el Poble Espanyol, con Ariel Rot y Leiva, no llegara a media entrada?

 -A mí aquella gira me parecía una idea perfecta, pero no el precio de las entradas, 40 euros, excesivo, y que en fechas siguientes se rebajó. Y hubo una campaña de promoción mala, y una de comunicación peor. Luego, el ayuntamiento nos puso un limitador de sonido. ¡En un concierto de rock! ¿Estamos locos? ¡Tengo ganas de venganza en Razzmatazz!

-¿Algún día se producirá esa gira con Calamaro, Bunbury y Urrutia?

 -El problema es que yo diré que no. Ahora no vale. Cuando se tenía que hacer no se hizo, y fue por los egos. En mi caso, el ego lo tengo yo, no mi mánager. En los otros, no lo tengo claro. Fue una putada para el público y lo sentí mucho.

-Estos días se ha hablado bastante de usted, y no por la música.

 -No voy a decir nada. No quiero añadir leña al fuego. Como dice Raimon, es muy difícil hablar de política porque se pueden malinterpretar tus palabras. Lo dice él, y tiene más experiencia que yo. Seguro que le han pasado unas cuantas.