NUEVO CINE CATALÁN QUE CRUZA FRONTERAS

Natalia Tena y David Verdaguer, amor a '10.000 Km'

David Verdaguer y Natalia Tena, en un fotograma de '10.000 kilómetros'.

David Verdaguer y Natalia Tena, en un fotograma de '10.000 kilómetros'.

OLGA PEREDA
MADRID

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David Verdaguer, el reporter amb bigoti del APM y presencia habitual en Polònia y Crackòvia, nunca había hecho cine salvo una minúscula aparición en Tres dies amb la família (Mar Coll, 2009). Mientras, Natalia Tena, actriz británica de Juego de tronos, nunca había trabajado en castellano. Sin embargo, ambos fueron reclutados por el director catalán Carlos Marques-Marcet para protagonizar su ópera prima, 10.000 kilómetros, sobre cómo una pareja intenta mantener su amor a flote a pesar de que él vive en Barcelona y ella en Los Ángeles. El filme -que tras haber arrasado en el festival de Málaga llegará  a las salas el 16 de mayo- comienza con un plano secuencia de 23 minutos en el que la pareja está haciendo el amor. Quieren tener un crío. Al levantarse de la cama, ella abre el ordenador y ve un email que le anuncia un trabajo en Estados Unidos.

-Antes de empezar. Natalia, ¿es cierto que vive usted en un barco?

-Sí, en Londres.

-¿Y eso?

-Cuando cumplí 27 años, fui consciente de que algún día moriría. Tener un barco era mi sueño. Y ahí vivo, con mis dos gatos.

-En ese barco se conocieron ustedes antes de aceptar participar en 10.000 kilómetros.

-David Verdaguer (D. V): Cuando el director me dijo quién iba a ser mi compañera de reparto, pensé: ¿va en serio? A ver qué pasa, a ver si pide caviar en el camerino, seis toallas, ocho limones y que nadie le mire a los ojos directamente.

-Natalia Tena (N. T.): ¿Te burlas de mí, joder? Yo no soy una estrella. Soy Nat [La actriz pasa al inglés cuando se exalta]. Soy una parte muy pequeña de Juego de tronos. No soy nadie.

-D. V.: Fuiste estupenda desde el primer día. Como un nuevo rico, volé a Londres para conocerte. Y cenamos en tu barco, ¿te acuerdas?

-N. T.: Claro que sí. Salchichón, lomo, espárragos y vino tinto.

-D. V.: Yo estaba acojonado, pero nos reímos muchos y nos relajamos.

-N. T.: Para mí, uno de los principales retos de la película era el castellano. Nunca antes había rodado en ese idioma.

-Pero usted es bilingüe. Sus padres son españoles.

-N. T.: Ya, pero es complicado. Cuando llevo unos días en España, cambio el chip, pero yo siempre pienso en inglés.

-D. V.: Claro, es que naciste en Londres (risas).

-¿Por qué sus padres no la criaron en España?

-N. T.: Mi padre es vasco y mi madre extremeña. Cuando mi madre se quedó embarazada se escaparon porque no querían vivir en un país que, entre otras cosas, dio tan tarde el voto a las mujeres. Querían que su hija viviera en otra cultura, así que emigraron a Londres.

-¿Y usted? ¿Emigraría ahora a España?

-N. T.: Para mí, 10.000 kilómetros es muy importante porque he demostrado que puedo trabajar en castellano. Me costó aprender el guion. Menos mal que David me ayudaba cada noche a preparar el papel.

-D. V.: Con una botella de vino y espárragos.

-N. T.: Amo los espárragos

-D. V. Blancos y gordos. Estás loca por ellos.

-N. T.: Sí. Y respecto a lo de venir aquí, decía que me lo puedo plantear, sí. De todas maneras, he tenido un agente español durante muchos años, pero nunca me ha salido trabajo aquí. Si me viniera tendría que ver dónde dejo mi barco. Hombre, siempre puedo venir a Barcelona. Me encanta Barcelona, lo tiene todo. Tampoco diría que no a vivir en Ámsterdam o Río de Janeiro. Son ciudades increíbles. Sin embargo, nunca iría a Sevilla. La conozco bien y hace un calor espantoso [La actriz se vuelve loca de contenta, literalmente, cuando un miembro del equipo de la película le trae un café solo].

-Natalia, disculpe, ¿de dónde saca tanta energía?

-D. V.: De los cafés. ¿No lo ve?

-N. T.: No, qué va. De mi banda de música, Molotov Junkebox. Toco el acordeón, canto y escribo música. Y mi chico toca el violín. Lo nuestro es la música tropical urbana gitana.

-D. V.: Sonáis muy bien, de verdad. Natalia es muy explosiva, pero trabajando es distinta.

-Y más en esta película, tan intimista. Volvamos a 10.000 kilómetros y las relaciones a distancia. ¿Creen que el amor puede sobrevivir a la distancia?

-N. T.: No. ¿Un año sin sexo, como les pasa a los protagonistas? No, no, no.

-D. V.: Hombre, lo que está claro es que, haya o no haya distancia en la pareja, con quererse no hay suficiente. Tiene que haber otra cosa.

-N. T.: Una chispa que no se puede describir. Recuerdo que una vez estaba haciendo el amor con un novio y me puse a llorar porque los dos sabíamos que aquello estaba roto. ¿Por qué? No lo sé, porque sí y ya está.

-¿Creen que el cine español está capacitado para cruzar fronteras?

-N. T.: Sí, es muy importante. Yo estoy harta de escuchar el inglés por todos lados. Hay tanta gente con tanto talento en otros países. ¿Por qué tenemos que hablar todos en inglés?

-D. V.: Seamos sinceros, Natalia. Lo que hace que 10.000 kilómetros sea una película un poco más internacional es que tú estás en ella. Tu nombre es importante a la hora de venderla. Cuando se estrene, quizá en Catalunya vengan 200 personas al cine porque salgo yo y digan: «Mira qué gracia, a ver cómo está este hombre». Pero tu nombre es básico.

-David, ¿cree que 10.000 kilómetros le puede abrir las puertas del cine?

-N. T.: Claro que sí. Es muy bueno.

-D. V.: Con calma. No lo sé. Trabajo no me falta. Tengo teatro todo el año con el Lliure. Y el año que viene también. Además, estoy con la tele... Evidentemente, me gustaría mucho hacer cine porque es una cosa preciosa. Pero no tengo prisa ni presión. Lo bueno de todo esto es que Carlos [Marques-Marcet, el director] vive en Los Ángeles y no tenía la imagen de mí de cómico. No tenía ese prejuicio que sí tienen otros directores y productores.