entrevista

Josep Maria Flotats «Me tocó que Mas dijera que yo era un símbolo»

Josep Maria Flotats, ayer por la tarde en la escalinata de acceso al TNC.

Josep Maria Flotats, ayer por la tarde en la escalinata de acceso al TNC. / CARLOS MONTAÑÉS

5
Se lee en minutos
JOSÉ CARLOS SORRIBES
BARCELONA

Hace casi 10 meses, durante un acto a bombo y platillo, del que queda como memoria una gran placa en la entrada de la Sala Gran del TNC, el president Mas le definió como un «símbolo del país». Cerraba así una herida abierta en 1997 cuando Josep Maria Flotats (Barcelona, 1939) fue destituido de forma fulminante por el conseller Pujals, del Gobierno de Jordi Pujol. El pasado noviembre recitó Un Rèquiem per a Salvador Espriu, pero es ahora cuando vuelve a abrir de par en par la puerta del gran teatro público el que fue su director-fundador. El miércoles, estrena El joc de l'amor i de l'atzar, de Marivaux.

-¿Qué sentimientos le atrapan en estos días de regreso?

 

-Estoy emocionado por el hecho de reencontrarme con gente a la que quiero, no por las piedras. No tengo sentimientos hacia los edificios. Hay una parte de mi equipo del Poliorama, que me siguió al Nacional, que aún sigue aquí. Es muy agradable volver a estar con ellos.

-¿Llegó a pensar que nunca volvería a dirigir o trabajar en el TNC?

-Esa idea no formaba parte de mis pensamientos. Pensaba que, como se había tratado de una decisión política, era normal que no hubiera nada más detrás. Sí me sorprendió positivamente que hubiera la voluntad de reparación. «Bienvenida sea», me dije. Eso sí que pensaba que no iba a ocurrir.

-Mas le llamó «símbolo del país» durante esa jornada tan especial.

 

-Me toco mucho que dijera eso. Y creo que fue muy importante también que quisiera asistir al acto el president Pujol.

-¿Cómo se concretó el regreso?

 

-Lo primero que me pidió Xavier Albertí [director del TNC] fue que recitara en el réquiem. Acto seguido me habló de un espectáculo para su primera temporada. Le dije: «De acuerdo. Qué y cómo». Yo ya tenía una obra en el cajón. Pensé que era un buen momento para volver al escenario grande con un espectáculo con gente joven, y que me recordara la experiencia de El despertar de la primavera y Cyrano en el Poliorama. Me dijo Xavier que yo podía hacer el único personaje adulto, el de padre.

-Y no ha sido así para decepción de muchos de sus seguidores.

 

-No, me gusta la idea de continuidad, de la tradición teatral en el buen sentido de la palabra. Uno de los que hacía de adolescente en El despertar [Àlex Casanovas] será ahora el padre. Me hacía ilusión este juego privado mío. Yo prefería solo dirigir. Marivaux es muy delicado, nada fácil. Quiero permanecer únicamente sentado en la platea.

-¿Ha perdido energía para actuar? Mantiene un aspecto excelente.

 

-Sí, tengo ganas de actuar. Claro. Pero dirigir es no parar, subir y bajar del escenario sin pausa. Pensé también que ya me habían visto, siempre hago de actor. No se trataba de mí, sino de teatro, de un espectáculo a través de un ejercicio de estilo con gente joven. He estado siempre en el escenario, y ya lo haré mas adelante. Me parecía que si lo hacía en la obra venía a chupar plano, como se dice en el oficio.

-¿Los jóvenes actores de hoy son mejores que los de hace 30 años?

 

-Me han sorprendido en positivo. Creo que están más preparados en general. Durante las pruebas de selección tuvimos un problema: había tres o cuatro opciones para cada personaje. No quiero decir que sean mejores, pero no tenía tantas posibilidades con El despertar. Creo que es el resultado de que hay más curiosidad e información que antes.

-¿Lo había comprobado ya como espectador del teatro catalán?

 

-Lo he podido seguir solo a través de la prensa. Casi no he visto nada porque he tenido la suerte de que he trabajado constantemente.

-¿Solo tiene casa en Madrid?

-Madrid ha sido la base, porque allí estrenaba, y está la productora. Pero sigo teniendo mi casa en Barcelona.

-En esta época de crisis y recortes, ¿ha cambiado la función de un teatro público respecto a su época?

 

-Yo soy hijo del teatro publico, donde me formé. Continúo creyendo profundamente en su necesidad, lo que no quiere decir que esté opuesto a ningún teatro privado. Ni mucho menos. Es indispensable porque se puede permitir espectáculos que un privado no puede. La idea del teatro publico está asociada también a la de una compañía estable, lo que no quiere decir que tenga siempre los mismos actores. Esa fidelización la empecé aquí y en el Poliorama. No puedo concebir una sociedad sin una universidad pública, con el teatro pasa lo mismo.

-Algo que últimamente se debe recordar con demasiada frecuencia.

 

-Me angustia que volvamos a mentalidades antiguas, por no decir reaccionarias del todo, que sigan pensando en el artista como algo superfluo. Como hay recesión, hay el clima en la política de que no es necesario. El mejor ejemplo de cómo cargarse el teatro es el 21% del IVA.

-Hablando de tradiciones, vuelve con un clásico francés, un teatro que domina por formación y experiencia. ¿Juega sobre seguro?

 

-No, no. Incluso con conocimiento previo no hay nada seguro. Voy por un camino que conozco un poco más, pero no por la seguridad del éxito. Creo que puedo llegar a buen puerto en el sentido de hacer un trabajo bien hecho. Tener éxito es otra historia. Tampoco entro nunca en si ahora toca porque está de moda.

-¿Que le mueve entonces?

 

-Que me diga algo, me conmueva, y entonces lo monto. Así tengo más posibilidades de conectar con el público. Hago lo que me interesa con la esperanza de compartirlo.

-Obras como esta de Marivaux no son hoy muy habituales. ¿Resultan por ello imprescindibles?

 

-Cuando hablo de tradición me refiero al gran repertorio con la esperanza, humilde, de que esté bien servido. El gran repertorio nos habla de nuestros problemas de hoy, exactamente igual. Con o sin peluca. Por eso siempre soy reticente a modernizar una obra de esta calidad. Me impacta aún más que alguien en 1730 fuera capaz de decir cosas tan vigentes. Si se hiciera con un traje contemporáneo lo vería más normal.

-No ha dirigido nunca un shakespeare. ¿Haría lo mismo con Hamlet?

 

-Y tengo ganas, pero no sé cómo lo haría porque no me lo he planteado. En mi cajón hay un par de shakespeares, pero no una dramaturgia pensada. Cuando este teatro aún no estaba inaugurado, tuve el honor de que me visitara Strehler [fundador del Piccolo de Milán] y le pedí que viniera con su teatro y también para dirigir otra obra en catalán con nuestros actores. Fue un año antes de su muerte. Le comenté que me sorprendía que, con todo lo que había hecho, aún no hubiera montado Hamlet. Me dijo: «No me he visto todavía preparado para hacerlo».

-En el 2010, cuando volvió al Lliure, dijo que nunca pasaba por la zona del TNC. ¿La ha visto cambiada?

Noticias relacionadas

 

-Cierto. Nunca pasaba por aquí y todo parece ahora más vivo. Igual que este teatro con Xavier Albertí.