El estreno de una pieza muy poco representada en catalán

33 días con la familia

Hermann Bonnín, Nausicaa y Sabine Dufrenoy, en la terraza de La Seca.

Hermann Bonnín, Nausicaa y Sabine Dufrenoy, en la terraza de La Seca.

IMMA FERNÁNDEZ
BARCELONA

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Nausicaa vuelve a casa. Con su padre, Hermann Bonnín, director del montaje que ha hecho posible el reencuentro -La dama de les camèlies-  y codirector de La Seca Espai Brossa, donde el miércoles se estrena la obra. Y con su madre, Sabine Dufrenoy, que firma la dramaturgia. Vuelve como una moderna Marguerite Gauti- er, la cortesana de Alejandro Dumas hijo que soliviantó a la élite hipócrita del París de 1848. Puso el dedo en el ojo a una burguesía acomodada en la doble moral, seducida por la frivolidad pero parapetada en la ética.

Gautier, explica Dufrenoy, es «una heroína trágica que acepta su destino y sacrifica su felicidad por dignidad». Lucha por la libertad económica de la mujer en una sociedad dominada por el patriarcado, las apariencias y el lujo. «Una sociedad en la que el valor en alza es el dinero, algo muy vigente hoy».

La dramaturga prefirió adaptar la novela original -y no la obra teatral que inspiró La Traviata de Verdi- para rescatar «la fortaleza y crudeza» de un texto precursor del realismo francés. «Cuando Dumas hijo la trasladó al teatro buscaba un éxito y, tras las críticas por la novela, edulcoró la historia para agradar al público. Está descafeinada, con una Gautier amada por el tout Paris», argumenta la mujer que comparte vida y pasión escénica con Bonnín, ayudándole en la dirección. «Tenemos caracteres antagónicos pero funcionamos muy bien. ¡El viernes celebramos 30 años de casados!».

Nausicaa cumple hoy 29. En la obra, sobre un escenario vacío y rodeada de Albert Prat, Montse Guallar, Pep Jové y Joan Anguera, entre otros, desnuda el alma de una «prostituta de lujo». «Es una revolucionaria de la vida, la exprime a su voluntad y lucha por su libertad », sostiene la actriz. La misma libertad que, asegura, concede su padre a los actores. «Es un director que nos invita a jugar. Esa es la esencia de la profesión: jugar, pasarlo bien, volver a ser niños y desplegar la imaginación», expone la premiada protagonista del filme Tres días con la familia.

Tras su reciente paso por el TNC con Ocells i llops, está encantada con estos 33 días con la familia que pasará en La Seca (hasta el 1 de junio). «Hay un elemento emocional añadido, pero soy una más del reparto. La ventaja es que he visto trabajar mucho a mi padre y conozco su lenguaje, me resulta fácil comunicarme con él, y hay más confianza».

Fue Hermann Bonnín quien llevaba años queriendo llevar a escena un texto apenas representado en catalán -Margarita Xirgu lo estrenó en 1911 en el Principal- que él considera muy contemporáneo: «Contiene un alegato feminista, habla de la cosificación de la mujer, del mercadeo y del valor del capital».

INFANCIA ENTRE TELONES / Han pasado 20 años desde el primer encuentro de la familia sobre las tablas (y único hasta ahora con la madre como dramaturga). Sucedió en 1993 con Cartes a nenes. Una cría rubia de ojos azules saltaba a jugar al escenario. Un año después, recuerda Hermann, la niña impactaba vestida de nazi en Contes dels boscos de Viena, dirigida por Pep Munné. Luego creció y marchó del nido. Solo regresó al padre tres veces (la dirigió en La intrusa, Nausica y un recital de poesía).

Habla el padre: «Es un orgullo para nosotros porque se ha labrado una carrera por sí sola, sin que la obligáramos nunca a nada. Es una superviviente. No nos necesita». Conviene con su esposa en valorar un hecho que espoleó a la joven. A los 17 años se fue de casa. Quiso independizarse. «Tenía que cortar el cordón umbilical, con una figura del padre tan marcada», dice Dufrenoy. La actriz atravesó un desierto de incertidumbres -estudió un año Filosofía y cursos de Filología Árabe- pero acabó volviendo a la infancia. A los juegos entre bastidores. Se presentó a castings, la eligieron para El cor de la ciutat y se le abrieron las puertas.

El codirector de La Seca veía claro el destino de su hija. «Este es un mundo muy seductor y ella lo llevaba muy dentro. De bebé ya la dejábamos en el guardarropía del Romea. Luego de niña le encantaban los camerinos. La recuerdo divirtiéndose con Anna Lizaran, en el Lliure de Gràcia. Esas cosas dejan huella. Se va formando un poso...».

Habla la madre: «Nausicaa es una gran profesional, de extrema exigencia, también consigo misma. Pero además se hace extremadamente agradable trabajar con ella porque es muy generosa; por su grandeza humana. Lo que más nos enorgullece es cuando nos hablan de lo buena persona que es».