EL PINTOR, VISTO POR SU ENTORNO CERCANO

El compromiso de Miró

Joan Punyet, nieto del creador, retrata la faceta más crítica del artista

Miró firmando los grabados de 'Càntic del sol' con Joan Barbarà, en 1975.

Miró firmando los grabados de 'Càntic del sol' con Joan Barbarà, en 1975.

NATÀLIA FARRÉ
BARCELONA

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«Uno era afable y cariñoso, y el otro era comprometido, violento, transgresor y con ganas de cambiar el mundo para hacerlo mejor». Uno era el Joan Miró familiar; el otro, el artista público. Y a los dos recuerda Joan Punyet Miró, nieto del genial artista e historiador del arte. La primera condición le permitió conocer la vertiente más humana del autor de las Constelaciones. Un hombre entrañable al que gustaba reunir a todos los nietos el domingo por la tarde para reírse viendo El gran dictador, de Charles Chaplin. La segunda le ha llevado a estudiar la trayectoria del artista para afirmar: «La obra de Miró aún no ha sido superada». ¿Por qué? «Por su constante espíritu de lucha, autocrítica, convulsión y transgresión. No era un conformista de 80 años retirado en Mallorca con una vida cómoda, era un luchador contra sí mismo y contra las convicciones del momento, que lo hacían sentir mayor, inactivo e inútil, y él quería ser joven, activo, y útil», explica.

Y a esta faceta de «hombre comprometido con su tiempo desde un punto de vista, político, cultural y social» es a la que hace referencia Punyet en el libro Al voltant de Miró (editado por la fundación del pintor en Barcelona), que recoge el testimonio de 13 personajes que conocieron o colaboraron con su abuelo para dibujar a un Miró valiente, próximo y comprometido además de relatar historias poco conocidas o desconocidas sobre el pintor. Como lo son la  manera en que este intercedió, infructuosamente, usando su nombre para que no mataran a Salvador Puig Antich o cómo decidió subir a Montserrat cuando supo que 300 intelectuales se habían encerrado en el monasterio para protestar por el proceso de Burgos.

Aunque las hay de  menos revolucionarias, o no, como el hecho, narrado por el crítico Georges Raillard, de que Miró tenía libros de Rimbaud y Apollinaire sobre uno de los peldaños de la escalera que llevaba a su estudio, libros  que cada día abría al azar para leer poemas que ya conocía de memoria -«decía que eran alimento para su espíritu», apunta Punyet-.

La historia relacionada con el último condenado a garrote vil en España la refiere el escenógrafo Joan Baixas con el que el pintor, con 85 años, colaboró en la puesta en escena de Mori el Merma. La subida a Montserrat la explica la historiadora de arte Maria Lluïsa Borràs. Raillard, Baixas y Borràs son tres de los entrevistados por Punyet a los que hay que sumar otros personajes importantes en la trayectoria de Miró, como los fundidores Gilbert Clementi y Manel Parellada, el grabador Joan Barbarà, el ceramista Joan Gardy Artigas y el también artista Josep Royo.  Además de Pere Gimferrer, Robert Haligon, Lluís Permanyer, Pierre Schneider e Isabelle Monod-Fontaine.

MEMORIA ORAL  / Pero faltan muchos. A Punyet le habría gustado contar con el testimonio de la esposa de Alexander Calder, escultor y amigo de Miró, y del fotógrafo Irving Penn. Pero ambos murieron antes de ser entrevistados. Y es precisamente la desaparición paulatina del mundo que rodeó a su abuelo lo que llevó a Punyet, hace 15 años, a empezar el proyecto. «Veía que los que tenían un recuerdo directo de vivencias con Miró se hacían mayores. El libro es un homenaje a la memoria histórica, a la memoria oral».

Sobre la memoria reciente materializada en la polémica subasta de obras mironianas propiedad de Portugal cancelada y vuelta a programar para junio, Punyet no quiere decir nada. No hace falta. «Toda esta gente que en los cuadros solo ve dólares... Me da asco», afirmaba Miró.