DESAPARICIÓN DE UN PIONERO DEL POP EN CASTELLANO

Junior, el yeyé más español

El cantante y guitarrista, miembro de un grupo capital, Los Brincos, muere a los 70 años

Junior y Rocío Dúrcal, en una fiesta, en 1971, poco después de su boda.

Junior y Rocío Dúrcal, en una fiesta, en 1971, poco después de su boda.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Si a Los Brincos se les colgó la etiqueta de «los Beatles españoles» no fue solo porque adaptaran los ritmos pop prodigados por los británicos, sino porque lo hicieron con un carácter propio, ibérico, castizo, tocado por un vestuario con acentos autóctonos (capas negras, zapatos con cascabeles) y guiños flamencos sujetos al código yeyé. La breve obra de la banda madrileña y de su prolongación, Juan & Junior, contiene el legado más sustancioso de Antonio Morales, cantante, guitarrista, compositor y productor, que fue encontrado muerto ayer, a los 70 años, en su casa de Torrelodones (Madrid).

Junior fue un adolescente adelantado a su tiempo, al menos en España. Venía de una familia bien de Manila, Filipinas (donde nació el 10 de septiembre de 1943, tres días antes que Aute en la misma ciudad), padre español y madre local, y ambiente trilingüe (castellano, inglés, tagalo). Cuando, en 1954, todos se plantaron en Madrid, tras un viaje en barco de mes y medio con puerto final en Barcelona (donde vivieron unos meses debido a que su abuela regentaba una pensión), el pequeño de la familia, Junior, comenzó a foguearse con la guitarra eléctrica mirando de reojo a Cliff Richard. En los primeros años 60 ya se enroló en un par de grupos, Los Jump y Los Pekenikes.

En este último trabó una amistad con Juan Pardo que condujo, en 1964, a la formación de Los Brincos, donde ambos se vieron formando un frente creativo en tensión con el otro polo de la banda, Fernando Arbex. Antes de que el choque acabara en explosión, y tras una prueba estéril con el sello Philips para lanzarse en solitario, Junior aportó su voz amable a una banda, Los Brincos, que acuñó un sonido destinado a ser a la vez internacional y visiblemente español. Entre sus primeros sencillos brillaron canciones como Flamenco, de rompedor desparpajo, y otras en inglés que aprovechaban el buen acento de Junior, poco corriente en la escena de la época. La discográfica Zafiro confió en su tirón y les preparó el terreno: Televisión Española emitió un reportaje promocional, Así se forma un conjunto.

ALEGRÍAS ETÍLICAS / No se dedicaron a copiar y traducir, sino que acuñaron un sonido propio que manifestó todo su poder en su segundo álbum, Los Brincos II (1966, incluido hace unos años en las listas de los mejores del pop español confeccionadas por las revistas Rockdelux Efeeme), con la atolondrada Borracho, y que precedió al sencillo Un sorbito de champagne; material que alimentó su leyenda de grupo amigo de la juerga y la cogorza. Pero las diferencias con Arbex, que dominaba el terreno compositivo, terminaron con la brusca salida de Pardo y Junior.

El nuevo dúo operó con rapidez: seis singles, entre 1967 y 1969, reunidos en un álbum, que empujaron el sello beat hacia parámetros más sofisticados, con arreglos de viento y ánimo explorador. El de la balada Anduriña (1968) contó con una portada dibujada por Picasso.

Tras su boda, en 1970, con Rocío Dúrcal, Junior espació álbumes propios de signo menor y se concentró en las carreras de su esposa, con impacto en México, y, más tarde, sus hijos, Carmen y Antonio (Sopa de amor, 1982). Su último disco fue el discreto Mi mundo (1979), aunque en los 80 grabó en tagalo en Filipinas, donde participó también en algunas películas. Dúrcal murió en el 2006, y en adelante, Junior, que hizo inventario en la autobiografía Mucho antes de dejarme, comenzó a parecerse más a un personaje de la fast food televisiva que al pionero del pop en español que fue hace ya mucho tiempo.