ENTREVISTA

James Salter: «Cultura es lo que le interesa a la gente»

James Salter «Cultura es lo que le interesa a la gente»_MEDIA_1

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IDOYA NOAIN
NUEVA YORK

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Alos 88 años, con su sexta novela, Todo lo que hay (Salamandra / Empúries), James Salter ha logrado el éxito de ventas que le había sido esquivo con admiradas obras como Juego y distracción y Años luz. Desde hace mucho era escritor de escritores, alguien que «escribe las frases americanas mejor que nadie hoy» (Richard Ford), y que «recompensa particularmente a aquellos para los que leer es un placer intenso» (Susan Sontag). Pero ha sido con una poda consciente (que no aniquiladora) a su portentosa escritura cuando ha llegado el reconocimiento masivo. En el comedor de su acogedora casa de Bridgehampton, tras pasar un buen rato preguntando antes que contestando, Salter sonríe cuando dice que el éxito «quizá llega un poco tarde».

-Todo lo que hay es, como otros trabajos suyos, lo que hay, valga la reiteración; la vida, una vida corriente.

-Como escritor para mí eso es todo lo que hay para escribir: la vida corriente. No tiene que ser algo extremadamente dramático. Philip Bowman [el protagonista] no es particularmente singular. Esta novela es, en primer lugar, sobre la vida emocional y hasta cierto punto la vida social. No hay mucha descripción profesional.

-¿Cuál fue el origen?

-Una noche en un hotel de Nueva York, antes de ir a la cama, pensé: 'Sé exactamente lo que quiero escribir'. Fui al baño para no encender la luz y estar solo, me senté ahí y escribí dos páginas. Eso fue alrededor de 1980. Empecé a hacer otras cosas. Siempre volvía a esto pero perdí las notas. Tenía ese fantasma de una idea: existía, pero estaba perdida. Seguía pensando en ello. Y evolucionó en lo que ha acabado. Probablemente es el resultado de haberme hecho mayor y haber tenido otras cosas en las que pensar.

-¿Por qué cree que el libro ha sido un éxito?

-Ni idea. No puedo decir que siempre supe que lo sería. Creo que es porque me he hecho mayor y lo ven como una despedida. O puede ser que a lo largo de los años, mientras escribía otras cosas, me fui haciendo conocido para un grupo mayor de gente, un proceso lento en mi caso. Nunca hubo un superventas, pero ha habido libros que han seguido teniendo lectores. Quizá la acumulación tuvo efecto.

-Es un reconocimiento que usted ha admitido que quería.

 

-Por supuesto. Y ha llegado un poco tarde [Sonríe]. No lo necesito en términos existenciales. No significa mucho para mi. Es agradable, como un café por la mañana. Si pasa, pasa; y si no pasa, no pasa. Creo que escribo de una forma particular, o solía hacerlo, que requiere a un lector atento. No quiero sonar pretencioso pero hay cierta música en mis libros, cierta cualidad rítmica, conversación y diálogo que te puedes perder. No creo ser el único escritor que escriba así. Probablemente tengo una visión algo fría y cínica de las cosas y eso quizá se manifiesta. La gente quiere un poco más de sentimiento, de comprensión, no quieren tanto fatalismo.

-Hizo un esfuerzo consciente, porque no quería «que nadie subrayara frases».

-Es cuestión de podar. Si en un sitio hay tres frases maravillosas quizá se puede eliminar algo. Quién sabe si eso estuvo bien o mal pero quizá por eso a la gente le gusta el libro... Ya había tenido suficiente de que la gente dijera lo de «frases maravillosas».

-Pero lo son...

-Si eres un actor y escriben de ti todo el rato 'qué perfil, qué perfil'... ¿Dónde estás tú? Hay algo que falta.

-¿Nunca tuvo antes esa sensación?

-Tienes que llegar a un cierto punto. Mis primeros libros están escritos de forma muy directa, sin nada que subrayar.

-El epígrafe es 'Solo las cosas conservadas por escrito tienen alguna posibilidad de ser reales'. Y el de Años luz era 'Todo lo que tienes en la vida es lo que recuerdas'. ¿Cómo es para usted el ejercicio de la memoria?

-Tu vida es la perseverancia de tu memoria. Si no tienes memoria estás vacío, eres un árbol muerto, no hay nada. Todo lo que recuerdas es importante y lo es también cómo lo recuerdas. En mi caso, algunas cosas las recuerdo una y otra vez. Aparecen, se repiten, como en bucle. Son muchas, y se disparan por algún resorte. Mantengo diarios, pero no son todos de calidad. Son útiles, como cuadernos de notas.

-Los pasajes de sexo han dado mucho que hablar.

 

-Es algo que no entiendo. En Juego y distracción el tema era la cualidad imperecedera de la carne y todo es evocado por eso, pero en los demás... Algo parece meterse bajo la piel de la gente cuando pongo un par de frases. En Todo lo que hay debe haber quizá tres pequeñas secciones. Nadie dice que Philip Roth escriba sobre sexo y hay más en sus libros que en el mío.

-También se ha vuelto a hablar mucho sobre su perspectiva masculina. ¿Me habla de las mujeres en esta novela?

-Hace dos días recibí una carta de un fan al que le gusta «lo maravillosamente» que, en su opinión, entiendo a las mujeres. Me alegró. Mucha gente no lo piensa. Piensan que tengo una visión desfasada. Ni siquiera voy a hablar de ello. Lo único que digo es: 'Si no te gusta, cierra el libro y ve a otro sitio porque esta es mi manera de entender el mundo, según lo entiendo yo'.

-¿Cree que hay una visión equivocada de usted?

-No pretendo condenarme. Sé que tengo cierta cualidad estoica y fatalista. Normalmente no soy terriblemente emocional hacia las cosas. Quizá esa es la razón de que no sea enormemente popular. Pero soy reacio a describir lo que pienso sobre mí mismo.

-Bowman habla del declive de la novela. Hoy la cultura está cambiando y hay más entretenimiento. ¿Lo ve desde un punto de vista pesimista?

-Hay mucha aprensión en la escritura y varios escritores dicen que el futuro no se ve bien y no va a mejorar. Quizá sea así pero en lo que se refiere a la cultura... No hay nadie a cargo. No es como el derecho, donde puedes decir: 'Vamos a cambiar la ley y que no haya pena de muerte'. En la cultura no puedes hacer eso. La cultura es lo que interesa a la gente y lo que valoran.

Se solía creer que había una alta cultura y una baja, popular, pero las fronteras se están borrando. Nadie habría soñado antes que los críticos y los artistas hicieran posible que una viga de hierro tumbada en la calle fuera arte, pero ahora sabemos que lo es porque se nos enseña a percibirlo de forma diferente. Tengo la impresión de que para los jóvenes que han crecido aprendiendo que eso es arte, y percibiéndolo de hecho como arte, lo es de una forma en que no puede serlo para mí. ¿Qué control tenemos sobre eso? Ninguno. Es un reflejo de la humanidad y lo que sus impulsos, valores y pensamientos agregados son en un momento dado. No puedo llorar por eso. Y todo lo que pensábamos que era bueno sigue por aquí. Si te gusta, aunque no le guste a nadie más, está ahí.

-Pero cada vez hay más dinero e intereses marcando lo que se ofrece.

-¿Puede haber injusticia en que haya basura que hace mucho dinero? Puede ser. Lo problemático es que trastorna nuestro sentido de cómo deberían ser las cosas. Todos estamos imbuidos de un sentido de qué está bien y qué mal, nacemos con un sentido de qué es justo, y algunas cosas no lo parecen. Pero la justicia solo se aplica a algunas cosas básicas de la vida, a cómo tratas a los otros, no a las ganancias o incluso al destino. Y si no se aplica al destino no hay que intentar aplicarlo a otras cosas.