Reunión de tres figuras carismáticas de la canción y el pop

Sisa, Oliver & Portet, un mundo paralelo

Quimi Portet, Jaume Sisa y Joan Miquel Oliver, fotografiados en Vilafranca del Penedès.

Quimi Portet, Jaume Sisa y Joan Miquel Oliver, fotografiados en Vilafranca del Penedès.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los supergrupos tienen mala prensa: se les atribuyen motivaciones más financieras que artísticas, y suelen terminar implosionando en una bonita tormenta de egos. Pero lo de Sisa, Quimi Portet y Joan Miquel Oliver parece distinto. «No se nos pasó por la cabeza juntarnos para ampliar público, ¡más bien nos gustaría empezar a limitarlo, porque no damos para tanto!», asegura Oliver. «Y nosotros ya nos peleamos antes de empezar. Nos insultamos y casi nos agredimos con las guitarras, y luego dijimos: 'Ahora ya no nos queda otro remedio que hacernos amigos otra vez y producir algo'», añade Sisa.

Estrenaron el grupo en el Mercat de Vic, en septiembre, y ahora han salido a la carretera con un recital ampliado que hoy ofrecerán en el Auditori (21.00 horas, Festival del Mil·lenni). Un concierto que reúne canciones de las carreras solistas de los tres implicados, con muestras como El fill del mestre (Sisa), Homes i dones del cap dret (Portet) y Hansel i Gretel (Oliver), entre la veintena de títulos elegidos, con el apoyo de dos músicos, Antonio Fidel (bajo) y Xarli Oliver (batería). Sobre la marcha han elegido un nombre artístico, Col·lectiu Eternity. Idea del mallorquín. «Me hizo gracia por su pomposidad, ya que nuestra unión es una flor de verano», explica, y Portet celebra que «lo de colectivo tiene un punto intelectual de vía estrecha».

MUNDO DE FELICIDAD / Esbozar los aspectos teóricos que les unen es meterse en un jardín, pero ellos mismos acaban revelándolos cuando se les sugiere lo que no son: ni cronistas sociales ni cantautores de la cotidianidad. «Pues no, yo me hice músico para alejarme de la realidad», sentencia Portet. Sus compañeros asienten. «Hay quien hace música para denunciar cosas que le parecen graves y para intervenir. Es plausible. No es nuestro caso. Queremos crear un mundo en el que nos sintamos felices», amplía el guitarrista.

Oliver va más lejos y asegura que la realidad llega ser nociva en su equilibrio creativo. «Yo no tengo televisión, ni leo diarios. Hacía una columna sobre fútbol en un diario de Mallorca y tuve que dejarlo porque seguir la actualidad me hacía infeliz. Mi tarea es crear un mundo paralelo; un ideal de tranquilidad, de felicidad». Y toma la palabra el maestro Sisa. «Tenemos vocación de extemporáneos de los contemporáneo, de situarnos al otro lado de la realidad primera». ¿Perdón? «Sí, todo obedece al principio de la visión esférica. La actualidad informativa es una reducción del tiempo y del espacio, y eso nos molesta mucho. ¡No podemos vivir en una casa tan pequeña!». Portet tranquiliza: «No queremos ser raros. Quizá lo somos, pero no es nuestro propósito».

Cuando se menciona los nombres de Sisa, Portet y Oliver,  la reacción automática del interlocutor suele ser esbozar una sonrisa. ¿Les fastidia que, a veces, se les pueda tomar a broma, como un hatajo de excéntricos graciosos? «No, hay un punto de humorismo en lo nuestro, y es el cemento que nos cohesiona a los tres», sostiene Portet, y Oliver apunta que «el humor es un ingrediente necesario para la convivencia». Sisa precisa que la ironía «es la quintaesencia del humor», y que la observa en muchas canciones de sus compañeros.

Cuando tocaron en Vic, Antònia Font aún no existía. Ahora, con el grupo ya en la historia, Oliver sigue resistiéndose a cantar piezas del grupo. «Entre mis diez mejores canciones, seguramente siete son de Antònia Font, y sí que me gustaría cantar Icebergs i gèisers, Robot...», confiesa. Pero él mismo se da la réplica. «Aunque la separación es definitiva, considero que las canciones aún no acaban de ser mías del todo, que eran de un proyecto compartido. No me siento en condiciones de ponerme a cantarlas». También Sisa ha hecho una vistosa renuncia, Qualsevol nit pot sortir el sol, ausente en estos conciertos. «Sí, decidimos no incluirla», responde, lacónico. Una explicación razonable la da Oliver. «Pensemos que Sisa está haciendo recitales del disco entero Qualsevol nit..., y es bueno que no se mezclen las cosas», explica.

En el recital hay dúos, tríos y asignaciones cruzadas de las canciones. Portet canta un fragmento de Sa núvia morta, de Oliver; Sisa abre La rambla, de Portet; Oliver y Portet se citan en  Boletaires, de Sisa... Y les gusta pensar que los públicos naturales de cada uno se entrelazan. «A mí me hace ilusión llegar al público adolescente, que va a ver a Joan Miquel. Yo me dedico a robárselo, a secuestrarlo...», advierte Sisa. «¡Con gran elegancia!», bromea Portet.

¿Y hasta dónde llegará el Col·lectiu Eternity? «Hasta verano y, luego, lo dejamos», anuncian sin titubeo. No habrá disco del trío, ni nuevas canciones fraternales tejidas a seis manos. «Una cosa es un matrimonio, de tres, que son los mejores, y otra, tener hijos», sopesa Sisa. Componer a tres bandas «es muy difícil», alega Portet mientras el cantautor galáctico da vueltas al asunto y acaba entreabriendo una puerta. «Aunque si ahora bajase una nave extraterrestre, nos abdujera, ejerciera la violencia con nosotros y nos pusiera un cheque con varios ceros... ¡A lo mejor lo haríamos!».