EL LIBRO DE LA SEMANA

Lo cuerdo de la locura

El Juan José Millás autorrepresentado en su novela 'La mujer loca' se debate entre la ficción y el reportaje

Juan José Millás.

Juan José Millás.

DOMINGO
RÓDENAS

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De locos y gente desquiciada o solo estrambótica están empedradas las novelas de Juan José Millás. En sus universos narrativos, como en sus columnas, predominan las anomalías, las rupturas y transgresiones de la versión oficial de la realidad, protagonizadas por seres que no ven ni entienden lo que supuestamente deberían ver y entender. La percepción alterada de las cosas puede revelar una dimensión oculta, la trama invisible que mantiene en tensa sujeción lo diverso y disgregado. A los personajes de Millás les ocurre a veces que una parte de sí mismos vislumbra de pronto ese envés de lo real y eso les inflige una división interna, un esquizofrénico desdoblamiento. Ven lo que no deberían y lo normal se vuelve raro, como las relaciones interpersonales o el lenguaje con que nos expresamos. Esa es la locura de Julia, el haberse dado cuenta de que el lenguaje no es una herramienta a nuestro servicio sino un tirano que nos coarta, una jaula fuera de la que ni podemos ni sabemos interpretar el mundo.

LA EUTANASIA / El trastorno de Julia es inocuo porque se alimenta de la gramática; su obsesión es sintáctica y morfológica y resulta tan candorosa como la del niño que quisiera atrapar una mariposa desde este lado del cristal de la ventana. Frente a ella están Emérita y Serafín, la pareja que le ha alquilado una habitación, a pesar de que Emérita es una enferma terminal que ha resuelto poner fin a su sufrimiento mientras Serafín derrocha un infinito amor atendiéndola. Estas criaturas desvalidas están enlazadas en la novela mediante la autorrepresentación de Millás, que aparece en estado de sequía creativa después de abortar dos novelas y que, desde que realizara un perturbador reportaje sobre la eutanasia (del todo cierto), está en contacto con la Asociación Derecho a Morir Dignamente. A través de ellos conoce a Emérita y, en casa de esta, a Julia; ambas mujeres, ayudadas por un azar altísimamente improbable, hacen que el Millás novelesco se haga cuestión del sentido de su escritura, tanto de la menos conflictiva del periodismo como de la más tormentosa de su literatura.

La sequía de Millás aqueja al autor de novelas —el reportero y el columnista son inmunes a ella—, pero no se trata solo de un bloqueo creativo, sino de una crisis de mayor calado. Lo prueban los fragmentos de un Diario de la vejez de Millás, ciertas pruebas diagnósticas y las sesiones de terapia con su psicoanalista octogenaria.

En este Millás de doble reflejo, entre la búsqueda de sentido de Julia —que demanda una novela— y la agonía de Emérita —que reclama un reportaje—, se cifra la esencia de la novela, puesto que en ese campo de fuerzas encontrará la solución de su sequía: ya que no puede escribir una novela de verdad (de ficción), tiene que hacer una novela falsa (tomada de la realidad). Y así descubre que las falsas novelas, esas por cuyas arterias corre la sangre de lo real, son más verdaderas. Como esta misma, sin ir más lejos, aupada por un aliento de verdad que envuelve la ineludible porción de delirio que siempre contienen las narraciones de Millás. En lo que La mujer loca tiene de autoescrutinio sin complacencia ni ceremonia se lee como una digna y algo sombría continuación del hermoso autorretrato que fue El mundo.

3 LA MUJER LOCA

Juan José Millás

Seix Barral. 240 págs. 17,50 €