EL ESPAI LLIURE ESTRENA EL PRIMER GRAN ÉXITO DEL NOBEL INGLÉS

Tres clowns para un 'thriller'

Pinter vuelve a la cartelera de BCN con el humor negro de 'L'encarregat'

Albert Pérez, Marc Rodríguez y Carles Martínez, en una escena con una pelea de 'L'encarregat'.

Albert Pérez, Marc Rodríguez y Carles Martínez, en una escena con una pelea de 'L'encarregat'.

JOSÉ CARLOS SORRIBES
BARCELONA

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hay dramaturgos que son alimento para el alma. Y los grandes, según Lluís Pasqual, alcanzan un estrato superior; son pura «vitamina». En esa liga juegan, dice el director del Lliure, Shakespeare, Chéjov y Pinter. A este último, Premio Nobel de Literatura en el 2005, regresa el teatro público catalán con la presentación, a partir de mañana, de L'encarregat. Obra de 1959, fue la que le dio a Pinter, con su estreno del año siguiente, el primer éxito comercial. Xicu Masó, director del montaje del Espai Lliure, cree que no ha envejecido nada. Es más, afirma, parece que fue escrita «antes de ayer».

Harold Pinter está de moda en el teatro catalán. Vuelve a la cartelera cuando está reciente el éxito de Terra de ningú en el TNC, aumentado con su versión castellana en Madrid. L'encarregat cuenta con tres personajes, a los que Masó ha cambiado el nombre para hacerlos más próximos al espectador de aquí. Después de una pelea en un bar, Anton (Carles Martínez) acoge en su casa a un indigente, Daunis (Albert Pérez). El día siguiente aparece el hermano de Anton, Miki (Marc Rodríguez), y los tres inician una particular relación. Anton le propone a Daunis que sea el encargado del inmueble donde viven. La convivencia discurrirá por vías inesperadas.

MIRADA MICROSCÓPICA / L'encarregat (The caretaker en un título original que también se ha traducido como El portero o El conserje) es una obra basada en una experiencia propia de Pinter, en un inmueble donde vivió, y contiene ese sentido del humor del autor londinense tan radical, «con tanta mala leche», subraya Masó.

El actor y director entiende que Pinter escribe como si mirara a través de un microscopio a sus personajes, «como un método de análisis de la condición humana». Poco favorable, por cierto. La «mezquindad de la miseria», dice el director, que aborda L'encarregat se traduce en la realidad de esos tres tipos: uno no tiene techo ni trabajo, el otro tiene casa pero no trabaja, y el tercero trabaja pero no vive en la casa. Personajes que, según Masó, tienen trazas de clowns británicos que se mueven en el entorno propio de un thriller. Pero con aroma de Georges Simenon, puntualiza Carles Martínez, o de cine negro francés o italiano, corrobora Masó.

El personaje del vagabundo dota de gran vigencia a esta comedia con 45 años de vida. «Hace 10 alguien así se veía como una figura exótica; ahora nos es muy próximo». Este hecho provoca una «empatía ideológica» inexistente en el texto de Pinter. La figura del sin techo de L'encarregat llega bajo el eco de una mirada «políticamente incorrecta», apunta Masó, que puede llegar a convulsionar. «Despotrica de los paquistanís y de los moros», concreta.

CERCANÍA GEOGRÁFICA / La única licencia que se ha permitido el director, aparte de cambiar los nombres de los personajes, ha sido la de adecuar las continuas alusiones geográficas a la periferia de Londres a la barcelonesa. Todo con el objetivo de lograr la máxima identificación del espectador, sin perder la ironía, y siempre con la mirada puesta en una obra que es como una partitura musical en la que hay que «afinar sus notas».

Masó también puntualiza que esa identificación con el público se produce en L'encarregat porque es, por ejemplo, más accesible que Terra de ningú. «Esta obra parte de una hipótesis radical como es que lo único que nos queda es el lenguaje».