'Nebraska', hermosa panorámica de hombres y lugares

Tres de los seis largometrajes del excelente Alexander Payne, A propósito de Schmidt, Entre copas y Nebraska, se construyen a partir de la idea del viaje, el movimiento, la itinerancia. Y en dos de ellos, el primero y el tercero, los personajes parecen vencidos pero aún muestran señales de plenitud.

Jack Nicholson, el recién jubilado y recién enviudado que realiza un viaje en una caravana en A propósito de Schmidt, era uno de los actores previstos para encarnar al anciano protagonista de Nebraska, un hombre cada vez más desarraigado  y alcoholizado que está convencido de haber ganado un millón de dólares al recibir en un anuncio publicitario por correspondencia. Finalmente fue Bruce Dern el elegido; en él había pensado Payne desde el inicio del proyecto, y sin desmerecer las prestaciones de Nicholson en este tipo de relatos, Dern resulta una elección más acertada.

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Porque el padre de Laura Dern le da mayor pausa y mejor reposo a un personaje que en cualquier momento podría írsele de las manos. El anciano convence a su hijo, con el que no se lleva demasiado bien, para que le acompañe a cobrar el premio. Lo encarna Will Forte, un actor aquí severo surgido de la cantera cómica de Saturday night live. Y así empieza un viaje que es también un aprendizaje y un amago de reconciliación, trufado de experiencias y personajes singulares, de reencuentros familiares y vacíos sentimentales.

De tempo magnífico y pulso dramático ajustado, Nebraska está filmada en blanco y negro, lo que nos acerca a dos excelentes películas de carretera de los 70 también huérfanas de color: Alicia en las ciudades, de Wim Wenders, y Luna de papel, de Peter Bogdanovich. Similar sentimiento, idéntica belleza.