entrevista con el director

Alexander Payne: "Me resisto a pensar que el cine se muere"

NANDO SALVÀ / Barcelona

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Después de mandar a Jack Nicholson de viaje en caravana por la Norteamérica profunda ('A propósito de Schmidt', 2002) y de pasearse por los viñedos californianos de 'Entre copas' (2004), Alexander Payne (Omaha, 1961) ha vuelto a la carretera en 'Nebraska'. En ella, un anciano defectuoso y su resignado hijo emprenden un quijotesco viaje que les ayudará a aceptarse a sí mismos y al otro, y que al director le permite explorar territorios temáticos --los conflictos generacionales entre familias y las manías y miserias de hombres enfrentados a la vejez- y estilísticos -un tono cómico y melancólico a la vez, un empeño integrista por evitar la sensiblería- que lo han convertido en uno de los valores más seguros del cine estadounidense. 'Nebraska' opta a varios Oscar, entre ellos el de mejor película, director, guion original y actor (inmenso Bruce Dern).

-En Nebraska ha trabajado por primera vez con un guion ajeno. ¿Ha notado la diferencia?

-He sentido alivio, porque pese a que escribir es algo maravilloso, lo que me interesa es el arte de dirigir. Generalmente escribo guiones porque estoy desesperado y necesito algo que dirigir. Es cierto, pero tampoco originé yo mismo Los descendientes o Entre copas. Eran adaptaciones de libros, y muy fieles. Creo que un director es muy capaz de convertir cualquier material dado en algo personal.

-Al menos en el aspecto formal, es bastante distinta a sus obras previas.

-Quería hacer una película escueta, como una obra temprana de Jim Jarmusch. Supongo que por eso la hice en blanco y negro, con tomas largas y un estilo interpretativo impasible. Después, claro, en cuanto me puse manos a la obra la cosa se puso más seria.

-¿En qué sentido?

-Se filtraron mis sentimientos sobre mis propios padres. Es decir, a veces me siento muy lejos de ellos, como si fueran de otro planeta. Supongo que le pasa a todo el mundo. Además, se han hecho muy mayores y requieren cuidados. Me gustaría que mientras sigan envejeciendo retengan cierta dignidad, porque la vejez a menudo amenaza con arrebatárnosla. De eso va la película.

-La película transmite cierto desánimo, cierta desolación. ¿Es un reflejo de los tiempos actuales?

 -No se escribe suficiente ni se hacen suficientes películas sobre la pobreza que nos asola. Yo he tenido este guion a mano durante nueve años, y el hecho de que la película haya acabado sucediendo precisamente ahora no es casual. Cuando haces una película enciendes la cámara y los vientos del zeitgeist se filtran por el encuadre. Y en este caso yo les invité a hacerlo. Busqué conscientemente cierta atmósfera depresiva, quería cielos grises, y árboles sin hojas. Me encanta retratar el clima. Espero ser capaz de rodar una tormenta eléctrica antes de morirme, como John Ford hizo en La legión invencible (1949).

-Es su tercera road movie, ¿le interesa particularmente ese género?

-No, nunca me he considerado un director de road movies. De hecho, llevo 10 años planeando esta película, pero no quise hacer otra road movie justo después de Entre copas. Rodar en coches es un fastidio. De todos modos, una road movie es una forma de exteriorizar, de hacer visible, un viaje interior, y eso sí es ingrediente esencial de todas mis película. Pero no me gusta que se me categorice, todavía estoy aprendiendo a hacer este trabajo, y quiero ser capaz de hacer cualquier película. Mi próximo proyecto será algo muy distinto, una película de época. Sin coches, ni teléfonos, ni tecnología.

-La familia es otro tema recurrente en su obra.

-¿De qué trata El padrino? De la familia. ¿Y Lo que el viento se llevó? De la familia. Es la fuente primigenia que da sentido a todo.

-Tras el éxito de Los descendientes¿sintió presiones para hacer una película más comercial?

-Cuando les dije a los productores que quería rodar Nebraska en blanco y negro y sin estrellas en el reparto se cerraron en banda, y entonces amenacé con abandonar el proyecto. Pero en última instancia dieron su brazo a torcer. ¿Sabes por qué? Porque yo gasto muy poco dinero.

-¿Qué le atrae del formato?

-Bueno, el 90% de las películas que yo veo son en blanco y negro, de modo que no me respetaría a mí mismo si no hiciera al menos una película en blanco y negro. No creo que Manhattan o Toro salvaje tuvieran menos espectadores por el hecho de no ser en color.

-Ha hecho seis películas en 17 años. ¿Se toma su tiempo?

-A veces pienso que me gustaría ser como Steven Soderbergh, Kim Ki-duk o Takashi Miike, que hacen dos o tres películas al año. Pero para mí hacer una película es una experiencia agotadora. Una película se convierte en tu amante, tu madre, tu hermano, tu zorra. Tienes que ser muy meticuloso con el proyecto que eliges porque te arruina la vida durante varios años.

-¿Cómo se lleva con las críticas?

-Las leo. Especialmente las malas, siempre y cuando provengan de gente a la que respeto. Aceptar las críticas es, sin duda, la manera más directa de mejorar en tu trabajo. Yo trabajo intuitivamente y, por tanto, que reflexione sobre lo que hago es una forma de enseñarme el camino. Siempre haces las cosas lo mejor que puedes, pero eso no significa que necesariamente lo hagas bien.

-Señor Payne, la gente dice que el cine se está muriendo. ¿Qué opina usted? 

-Me resisto a pensar que el cine se muere. Ahora todo el mundo está buscando ideas para llevar a la televisión. Quizá sea cierto que la televisión está viviendo su edad de oro, pero no va conmigo. Yo quiero hacer cine, soy un tipo chapado a la antigua, ¿es que no ves la pinta que tengo? Lo único que me previene de querer vivir en el pasado es que ahora la medicina es mucho mejor y existe cura para casi todo. Pero por lo demás habría preferido ser director a finales de los años 20. Entonces sí que había creatividad.