Julieta Serrano: «No me veía capaz de trabajar con Almodóvar»

Julieta Serrano, esta semana en un hotel de Barcelona.

Julieta Serrano, esta semana en un hotel de Barcelona.

JOSÉ CARLOS SORRIBES / BARCELONA

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La Acadèmia del Cinema Català rinde tributo hoy a Julieta Serrano (Barcelona, 1933) con el Gaudí d'Honor. Antes recibió el Sant Jordi y el de la Unión de Actores de Madrid. «Me dan los premios de la edad», responde la actriz con humor. Más que merecidos reconocimientos para una infatigable del cine, el teatro (sobre todo) y la televisión. Fue chica Almódovar y sigue a pie de escenario o de rodaje. Y tiene que recordar, sobre todo a los jóvenes, que es catalana.

-Oiga, si Serrat es el noi del Poble Sec, usted podía ser la noia.

-Pues igual sí. Tengo una foto del primer Premio Fotogramas que me dieron con él, que ganó entonces el de la categoría de canción. «Poble Sec au pouvoir», exclamó Serrat.

-¿Mantiene relación con su barrio?

-Este verano hice el pregón de las fiestas y pusieron una placa con mi foto en la puerta de la casa donde nací, en la parte alta de Nou de la Rambla. Me hizo muchísima ilusión.

-¿Cómo le llegó la llamada del teatro y la vocación interpretativa?

-Yo era una niña que no hablaba nada, de una timidez enfermiza. Pero en casa había un gran amor por el teatro. Mis abuelos tenían una compañía de zarzuela y mi padre fue un actor frustrado. Teníamos un piano, que se vendió en la posguerra para comprar pan. Íbamos mucho al teatro y yo acompañaba a mi abuela a ver zarzuela. Así empecé muy pronto a recitar poemas.

-Y enseguida se cruzó con Núria Espert, con quien ha coincidido numerosas veces en su carrera.

-Coincidimos en el conservatorio del Liceu en unas clases de declamación. Ella tenía 11 años, y yo, 13. Después nos volvimos a encontrar en los infantiles del Romea, incluso salimos de gira por Catalunya. Luego estuve en el Orfeó Gracienc de Esteve Polls, donde hicimos obras muy dignas. Pero todos trabajábamos en otra cosa. Fui dibujante desde los 15 años; hice dibujo aplicado y esmaltes suntuarios.

-¿Cuándo se produjo el cambio de dedicarse solo a la interpretación?

-Ya había decidido que no me podía ganar la vida con el teatro cuando me vio José Luis Alonso ensayando una obra con Miguel Narros, que quería quedarse en Barcelona por aquella época. Los dos fueron mis padrinos en Madrid. Estuve todo un año girando con Alonso por España. Pedí permiso en el trabajo porque yo pensaba volver. Tenía 24 años.

-¿Se instaló entonces en Madrid?

-Estuve siete años yendo y viniendo. Hasta que un día me preguntaron dónde vivía. En la calle de Conde del Asalto, respondí. Pero está en Barcelona, me dijeron. ¿Y en Madrid?, insistieron. «Estoy de paso», les dije. Eso me hizo reflexionar. Además, el teatro estaba mal en Barcelona por aquellos años.

-Ha hecho muchísimo teatro, aunque se la conoce más por el cine.

-Es natural, tiene más proyección. Y, sobre todo, cuando empecé con Almodóvar, aunque siempre digo que Jaime de Armiñán me abrió las puertas con Mi querida señorita. Y me hubiera gustado hacer más cine.

-¿Por qué no fue así?

-Quizá tengo unas aptitudes más dramáticas y no tenían cabida en el cine de la época, que era más cómico. Hacía lo que se llamaban colaboraciones especiales en tres días.

-Hasta que apareció Almodóvar.

-Nos conocimos en una gira teatral de La casa de Bernarda Alba, que protagonizaba Ismael Merlo. Pedro hizo una sustitución para un papel pequeño. ¡Cómo nos reímos en aquella gira! Una barbaridad. Es tan ingenioso, tan brillante, tan divertido.

-¿Qué pensó cuando le llamó para Pepi, Luci, Bom...?

-No me veía capaz de poder trabajar con Almodóvar. Le dije: «Yo lo haré muy mal, no tengo sentido del humor y me saldrá fatal». Me animó y al final hice un papel pequeño. Fue una revolución en aquel momento.

-Siguieron, como chica Almodóvar, Entre tinieblas, Matador, Mujeres al borde de un ataque de nervios y Átame. Siempre destaca la primera.

-Es una de mis mejores interpretaciones. Además, todo fue muy fluido. El equipo funcionó de maravilla.

-Su melena al viento subida en la moto de Mujeres es una imagen icónica del cine español.

-Unos amigos me explicaron que en una peluquería de inmigrantes en el Raval había un póster enorme. Lo fotografiaron y me lo enviaron.