ENTREVISTA CON LA DIRECTORA DE CINE

Neus Ballús: «Lo que me inspira es ir en bus y escuchar a la gente»

Neus Ballús, en la terrazadel edificio de su productora,El Kinògraf, en Barcelona.

Neus Ballús, en la terrazadel edificio de su productora,El Kinògraf, en Barcelona.

POR NÚRIA NAVARRO

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Durante meses Neus Ballús se plantó con su cámara de fotos en Gallecs, un núcleo rural de Mollet, entre la autopista y los sembrados, y fue familiarizándose con las vidas de cinco vecinos (una yaya, un payés, un jornalero moldavo, una cuidadora filipina y una prostituta de carretera). Se ganó su confianza y rodó 90 horas de película que se convirtieron en los 85 minutos de La Plaga, un western del Vallès. El filme se estrenó en Berlín, acaba de hacerse con el Premi Sant Jordi a la mejor opera prima, esta noche es favorita en los Gaudí -compite en cinco categorías- y el próximo domingo concursa en los Goya. Que la honestidad tenga premio es esperanzador.

-Está en el centro de un torbellino de  reconocimiento. ¿Se pellizca?

 

-Interiormente siento: «Lo logramos, pese a que todo el mundo decía que era una locura empezar una película justo al inicio de la crisis».

-Desoyó a los apocalípticos y acabó estrenando en el Festival de Berlín.

-¡Berlín ha sido lo más espectacular! Habíamos acabado un proceso agotador de cuatro años y medio, con un equipo muy pequeño y un presupuesto casi inexistente: 300.000 euros.

-Una película española media ronda los  dos millones.

-Ya ve. Luego hicimos un montaje de tres meses y el primer corte me pareció horrible. No era la película que había pensado. Revisé las 90 horas porque sabía que había momentos buenos. Volví a montar. Fue un esfuerzo físico y mental bestial. Y de ahí pasamos a Berlín, a proyectar la peli en la pantalla más grande de Alemania, con todos los protagonistas y las familias.

-Un subidón.

-Una catarsis. Wim Wenders nos recibió en la Academia del Cine Europeo. Durante mi época universitaria me flipaba Wenders, sobre todo sus primeras películas de personajes errantes en medio del paisaje. Para La Plaga vi bastantes westerns suyos. Así que le pude decir cuánto le admiraba, aunque el hombre no es muy dicharachero que digamos. Allí también estaban todos los programadores de todos los festivales del mundo, y eso hizo que mucha gente la viera y empezara a defenderla en distintos países.

-Es un cruce de ficción y documental.Una mirada diferente.

-El cine suele convertir a las personas en personajes. Y a mí me interesa que el proceso para el rodaje me sirva como un aprendizaje vital. No quería llegar a Gallecs y vampirizarlos, sino que fuera un intercambio. Compartir tiempo con gente tan diferente a ti es muy enriquecedor. Pasé muchos ratos con la yaya Maria [Ros]; me hice una especialista en los cultivos de la zona, vi cómo funcionaba la lucha grecorromana...

-Hay quien la compara a Pasolini, atento al lado ético .

-Cuando ves por primera vez imágenes que has filmado resulta muy deslumbrante, porque es un universo que has imaginado y que has hecho realidad. Pero eso es peligroso, porque el objetivo es transmitir alguna cosa que favorezca un mayor conocimiento de los otros. Lo principal de La Plaga era el compromiso con los protagonistas. Ellos me dieron su alma y debían percibir que había valido la pena. Yo creo en el ser humano y en que lo que vale la pena está en las pequeñas cosas.

-¿Ese cine es el que le gusta ver?

-Yo disfruto mucho más viendo películas que haciéndolas. Es entrar en un estado semihipnótico, muy parecido a los sueños. Pero también es peligroso buscar referentes del cine para el propio cine. Así que lo que me inspira más es ir en el bus y escuchar a la gente que explica cosas, y entender qué les pasa.

-Para entenderla a usted, ¿qué es necesario saber?

 

-El paisaje de mi infancia es parecido al de la película. La familia de mi madre eran inmigrantes aragoneses que se establecieron en Mollet en los años 60, en el momento de la explosión demográfica. Llegaron en un carro desde un pueblo de Teruel sin nada. Y la familia de mi padre eran payeses de la zona de Granollers y Les Franqueses. Al final, la película es una mezcla de esos dos mundos.

-Ahora ha pasado a otro mundo...

 

-Soy la primera de la familia que ha podido estudiar en la universidad. Por eso siento que hago algo que no solo es mío, sino de toda la gente que me ha precedido. Son los que me  han impulsado y me configuran. Yo me siento heredera de trabajadores, de mujeres que no han podido estudiar. Precisamente por ellos y ellas no me siento sola.

 

-¿Tuvo un clima estimulante?

 

-Mis padres siempre han tenido inquietudes artísticas, pero no pudieron explorarlas. Mi madre quería pintar y mi padre, que es un coco en electrónica, tenía sensibilidad y se dedicó a temas de botánica muy elaborados. Yo viví ese clima, aunque cuando decidí que quería estudiar Comunicación Audiovisual les pareció una auténtica locura.

-Lo tenía muy claro.

-Tampoco yo pensaba en ser directora de cine. Solo sabía que me interesaban un montón de cosas y que era bueno aprender un lenguaje. El cine, como cualquier expresión artística que bebe de la realidad, permite acceder a mundos que no hubieras imaginado. La curiosidad fue el gran motor.

-O sea, no era de las de chinchar con la camarita en las reuniones familiares.

 

-¡Ni era superculta para nada! En el instituto estuve en un grupo de teatro y montamos una compañía, Ni Sucre ni Farina. Durante cuatro años no paramos de trabajar, pero yo siempre hacía de actriz. Y durante mis años de universidad me gané un dinero haciendo de presentadora de informativos en City TV y en 8TV. Gracias a eso, ahora no me pongo nerviosa en las entrevistas. Pero en periodismo tenía la sensación de llegar a un lugar y conseguir cualquier cosa rápidamente. Y a mí me gusta la cocción lenta.

 

-¿Reconoce a algún maestro?

-En la universidad, Ricardo Iscar me transmitió la pasión por filmar la realidad. Y durante el máster fue muy importante Joaquim Jordà, por su mirada ética y su espíritu rebelde.

-¿Y fuera de las aulas?

-Mis directoras predilectas son  la argentina Lucrecia Martel y la francesa Claire Denis.

-Mujeres. ¿Diría que hay una óptica femenina en lo que hace?

-Diría que sí. Antes no era tan consciente de eso, pero noto que los hombres tienden a hacer historias más grandilocuentes, con grandes tramas. No conozco a mujeres que hagan thrillers, por ejemplo. Creo que faltan historias explicadas por mujeres. En este último año, que he viajado mucho yendo a festivales, la sensación es que empieza a haber paridad en los cortos y en los documentales, pero a la que pasas al largometraje hay un techo de cristal.

-A la directora de largos se le complica la vida... ¿personal?

 

-Sí. Y no sé cómo se resuelve. Durante este último año no he encontrado a mujeres que viajen por festivales defendiendo sus películas, ni siquiera operas primas. En la mayoría de competiciones internacionales estaba sola. Tener hijos justo en la edad en que podrías empezar a hacer algún proyecto más grande es un problema. ¿Cómo lo haces?

-¿Le preocupa?

-Me preocupa muchísimo. Yo tengo la inquietud de tener una vida personal más allá del cine, pero mi pasión es seguir y experimentar. No quiero encontrarme en la obligación de tener que elegir. Tengo la inmensa suerte de compartir mi vida con el autor del guión de La Plaga, Pau Subirós, con quien he fundado la productora El Kinògraf. Hacemos una vida familiar y profesional muy mezclada. Y estoy convencida de que parte del éxito de La Plaga y de que una mujer como yo haya podido hacer un largometraje es que ha habido un hombre como Pau que ha tenido otra visión y ha dicho: «Adelante».

-¿Su caso es síntoma de que algo está cambiando, de una nueva hornada?

 

-Hace tiempo que las escuelas de cine funcionan y dan frutos. Todos vamos un poco a la nuestra, pero tengo la sensación de pequeña comunidad. Cuando no sabemos cómo enfocar algo, consultamos a gente que está haciendo lo mismo. Isaki Lacuesta y su compañera, Isa, nos han ayudado desde leer el guión a asesorarnos sobre el vestuario.

-¿Es una directora tranquila?

-Sé lo que quiero, pero tengo un espíritu de control muy grande, de mucho orden, y en los rodajes eso no es posible. Así que sufro bastante.

 

-No lo parece.

-Es que soy muy perseverante. Si algo no sale, sé que saldrá. No soy perezosa en absoluto y la curiosidad no me deja parar.