LEONARDO DICAPRIO

El lobo voraz

El actor da vida al 'broker' Jordan Belfort en 'El lobo de Wall Street' , la polémica película de Martin Scorsese. Los más críticos la consideran una apología del exceso

Leonardo Dicaprio

Leonardo Dicaprio / periodico

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Tienen que pasar tres horas para ver al auténtico lobo de Wall Street, al Jordan Belfort real, en una de las últimas escenas de la película. Ese tiburón de las finanzas que a finales de los años 80, con poco más de 20 años, amasó más de 14,7 millones de euros (una tercera parte que Bárcenas) y los colocó en Suiza cuando el FBI le pisaba los talones, vive ahora de sus charlas motivadoras. Y con su libro, El lobo de Wall Street, editado en España por Planeta, ha conseguido que Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio lleven su vida a la pantalla, cameo incluido. Además, estos dos señores tan respetados suenan para el Oscar. De ganarlo, sería el segundo como mejor director para Scorsese y el primero para el actor DiCaprio por un filme que ha recaudado 46,64 millones de euros desde su estreno en Estados Unidos, el día de Navidad. Aquí llega el 17 de enero –un día antes anuncian las nominaciones– precedido de una encendida crítica por parte de los miembros más veteranos y conservadores de la Academia de Hollywood, las víctimas reales y hasta la hija de otro lobo a quien Belfort delató (el protagonista fue un chivato, dio nombres, colaboró con el FBI y por eso fue condenado a solo 36 meses de cárcel). 

Vayamos por partes. El lobo de Wall Street cuenta la historia real de un broker ambicioso, excesivo, cocainómano, pastillero y asiduo de los prostíbulos. «La locura no tardó en arraigar y, para el verano del 93, me embargaba la curiosa sensación de que era protagonista de un reality show, antes de que estos se pusieran en boga. Mi programa se debería de haber llamado Vidas de los ricos desequilibrados. Cada día parecía más desequilibrado que el anterior», escribe en su libro este tipo sin escrúpulos con mansión en Long Island, Ferrari blanco y yate, que primero se enriqueció con los ahorros de fontaneros y carpinteros hasta montar una firma a lo grande y hacerse famoso por un artículo en Forbes. El apodo de lobo se lo puso la revista, que lo describió como «un perverso Robin Hood que roba a los ricos para quedarse con el botín».

Risas e indignación

Según Belfort, todas las escenas de la película ocurrieron: una felación en el ascensor de cristal frente a todos los compañeros, esnifar cocaína del trasero de una prostituta, el subidón de pastillas al volante del Ferrari hasta dejarlo destrozado, partir en dos el yate tras un temporal navegando hacia Mónaco... Para algunos estas escenas son una carcajada constante. Para otros, tremendamente ofensivas. El caso es que esta autobiografía convertida en guión por Terence Winter (Los Soprano, Boardwalk Empire) es un clásico americano de ascensión y caída. Una crónica moral en la que Scorsese desnuda, una vez más, a la sociedad americana: del sueño a la codicia. Solo que esta vez los mafiosos son brokers de la bolsa. Y la orgía de drogas, sexo y dólares se mide en las más de 500 veces que dicen la palabra «fuck (joder)».

Cuando los miembros de la Academia vieron el filme, muchos aplaudieron, pero unos cuantos, como la actriz Hope Holiday, escribieron en Facebook: «Hoy hemos tenido tres horas de tortura, la misma basura repugnante una y otra vez. Algunos ni siquiera nos quedamos a escuchar a Scorsese y DiCaprio después de la proyección. Y un guionista les gritó: ‘Os debería dar vergüenza’».

Esta airada reacción podría ser un problema para las nominaciones. La Academia tiene más de 6.000 miembros. Y según un estudio de Los Angeles Times, a pesar de los esfuerzos para diversificar los perfiles todavía hay un 93% de blancos y un 76% de hombres, con una edad media de 63 años. Así que la mayoría no responde al estereotipo de Hollywood liberal. Son más bien conservadores. Y para ilustrarlo, los medios ponen ejemplos como la victoria de Crash sobre Brokeback Mountain. O la tortuosa historia de Scorsese con la Academia: no se llevó la estatuilla hasta el 2006 con Infiltrados. La violencia y el crudo lenguaje dejó fuera de los premios a sus memorables Malas calles, Taxi driver, Toro Salvaje y Uno de los nuestros. Sí reconocieron, sin embargo, a la dulce Hugo con 11 nominaciones y cinco Oscar. 

Otra de las críticas más feroces a la película ha partido de Christina McDowell, hija de un broker de Wall Street delatado por Belfort y encarcelado, a quien su padre dejó una deuda de 73,5 millones de euros. De avión privado a robar salami de la nevera de su novio en mitad de la noche. En una «carta abierta a quienes han hecho El lobo de Wall Street, y al mismo lobo», McDowell cuenta cómo Belfort y su padre vendieron acciones de empresas que nunca existieron desde la firma del lobo, Stratton Oakmont Inc., defraudando a miles de inversores para enriquecerse. «Sois peligrosos. Vuestra película intenta hacer ver que esta clase de fraudes son divertidos, mientras el país sufre los escándalos de Wall Street. ¿Qué queréis mostrar? ¿El sexo y la cocaína que llenaba las vidas de estos falsos financieros? ¡Venga ya! Todos sabemos que esta clase de comportamientos ha puesto a América de rodillas», escribe a Scorsese y DiCaprio. 

La obsesión nacional

Y McDowell continúa: «Aun así seréis glorificados por ello, vosotros que os llamáis liberales. Te han premiado por tu influencia en la cultura, Marty. Conduces un Honda híbrido, Leo. ¿Pensásteis en el mensaje cuando decidisteis hacer la película? Os habéis aliado con un criminal que le debe 110 millones de dólares a sus víctimas». Para esta hija de un broker salvaje que lo perdió todo, la cinta de Scorsese es un canto «a nuestra obsesión nacional por la riqueza y el estatus, que glorifica la avaricia y el comportamiento psicópata. Eso, por no hablar de cómo el filme degrada a las mujeres y el mensaje misógino que envía».

Así que después de tanta polémica, Leo y Marty se han visto obligados a defender la cinta en cada entrevista. «No nos gusta esta gente, pero de forma consciente quisimos poner al espectador en su mente y sus vidas para entender mejor la cultura en la que vivimos», señala DiCaprio. «El diablo siempre sonríe. Esa es la idea», concluye Scorsese. Que cada uno saque sus conclusiones.