Adiós a uno de los grandes editores catalanes

Las cartas cruzadas con el crítico Joan Ferraté

El editor estudiaba la publicación de esa correspondencia

Las cartas cruzadas con el crítico Joan Ferraté_MEDIA_1

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ELENA HEVIA
BARCELONA

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Uno de los proyectos en los que Josep Maria Castellet trabajaba como autor antes de morir era la preparación de las cartas que entre el 27 de junio de 1947 y el 4 de septiembre de 1951 se escribió con uno de sus amigos más antiguos, el gran crítico, traductor y poeta Joan Ferraté. «Apenas había empezado a releerlas para ver si se podía construir con ellas un libro», asegura su editora Pilar Bertran que, hoy por hoy, no puede decir con certeza si esa correspondencia verá la luz algún día.

La correspondencia que la biógrafa de Castellet Teresa Muñoz califica de «interesantísima» se inicia cuando Ferraté, hermano del poeta Gabriel Ferrater -curiosamente escribían su apellido de distinta forma-, contrajo una tuberculosis, enfermedad muy común en la época y que también padecería en 1950 el propio Castellet.

El intercambio de cartas dio comienzo cuando Ferraté se trasladó a la masía familiar de Picarany, en Almoster, cerca de Reus, obligado por la prescripción de descanso del médico y continuaron gracias al retiro, de características similares, al que tuvo que someterse Castellet en el sanatorio de Puig d'Olena, cercano a Centelles. Los dos jóvenes cruzan comentarios sobre sus lecturas y descubrimientos: Francesc Trabal, Albert Manent, Coses vistes de Josep Pla, Puig i Ferrater o Josep Carner. Según Muñoz, las cartas, escritas siempre en catalán, revelan la distinta relación con el idioma que por entonces tenían los dos críticos. Castellet era autodidacta en su lengua materna, mientras que Ferraté la escribía con mayor propiedad y se preocupaba por corregir a su amigo.

RETRATO GENERACIONAL / Al Castellet autor le gustaba la cocción lenta de su escritura, especialmente porque detrás de cada uno de sus retratos había una ingente y puntillosa labor de documentación. En los últimos tiempos trabajaba en un nuevo retrato de grupo, al estilo de sus celebrados Escenaris de la memòria y Seductors, il.lustrats o visionaris -dos libros que median unos 15 años en su publicación-, que debía reunir los perfiles de los jóvenes intelectuales de la generación inmediatamente posterior a la suya. Entre ellos se contaban los nombres de Luis Goytisolo, Joaquín Jordà, Octavi Pellisa, Salvador Giner y Nissa Torrent quienes solían reunirse en el Bar Club, un local que el editor Jorge Herralde -a cuya memoria acudió Castellet para la preparación del libro- recuerda como una barra de alterne que los «domingos se convertía en un hogar cultural para jóvenes díscolos».

En esas nómina, Bertran coloca también al cineasta Pere Portabella y lamenta que a Castellet no le diera tiempo de culminar el proyecto. «Apenas hay unas páginas escritas y algún borrador». El editor también se ha llevado a la tumba el deseo de escribir la historia de la parte de su familia radicada en México cuyas vicisitudes se entrelazan con la fotógrafa Tina Modotti.