Revisión de un movimiento nacido durante la transición

El rock radical vasco revive

Fermin Muguruza, de Kortatu, en un concierto en Gernika en 1987.

Fermin Muguruza, de Kortatu, en un concierto en Gernika en 1987.

NANDO CRUZ
BARCELONA

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La revisión actual del legado musical español de los años 80 tiende a reivindicar el rock radical vasco como uno de los pocos ejemplos en los que la cultura no celebró el statu quo ni la presunta explosión de libertad de la transición sino que señaló y denunció las grietas de ese período. A diferencia del pop-rock español, aquello sí fue una cultura a la contra: Kortatu, La Polla Records, Barricada, Cicatriz, Eskorbuto y Hertzainak, entre otros, cantaban a grito pelado las injusticias sociales y atropellos legales. A veces, con nombre y apellido.

Aquellas letras, mal vistas por el grueso de la sociedad española como exabruptos antisistema, avanzaban con rotunda crudeza muchos de los problemas de hoy: ultraliberalismo, corrupción política, bipartidismo trilero, violencia policial, censura... La mayoría de grupos carecía de interés puramente musical, pero su impacto social fue innegable. El rock radical vasco supo estar a la altura de las circunstancias sociopolíticas del momento que vivió.

Kortatu fue el grupo más emblemático del rock radical vasco. Entre 1984 y 1988, los hermanos Muguruza publicaron cuatro elepés (uno de ellos en directo) antes de reencarnarse en el no menos referencial cuarteto Negu Gorriak. El sello Elkar, editora clave de la cultura vasca, acaba de reeditar en grueso vinilo su segundo disco, El estado de las cosas. Y, paralelamente, la editorial Lengua de Trapo lanza esta semana un libro que, bajo el título El estado de las cosas. Lucha, fiesta y guerra sucia, analiza la importancia del álbum.

EL CONTEXTO DE LAS COSAS / Es imposible comprender el impacto del rock radical vasco sin explorar el tupido entramado cultural formado por radios libres, gaztetxes, casas okupadas y fanzines. Esa red alternativa convirtió a Kortatu en fenómeno social y de ventas. Pero es imposible calibrar el significado del disco sin analizar su contexto. «Salías a la calle y te estaba buscando la policía, te estaban deteniendo, te estaban chequeando, te llevaban a comisaría», explica Fermin Muguruza. «La actividad del GAL era terrible. Estabas acabando un concierto y te comunicaban que habían matado a cuatro refugiados mientras tocabas ska», añade su hermano Iñigo.

El estado de las cosas nacería de una canción, Hotel Monbar, inspirada en el asesinato en Bayona de cuatro jóvenes a manos del GAL. La revisión de sus composiciones y su contexto histórico, así como la tensa entrevista en la que sus autores, Roberto Herreros e Isidro López, ponen a Fermin Muguruza contra las cuerdas, corresponsabilizando a ETA de desactivar con su sangriento protagonismo aquella sólida trama de movimientos sociales, invitan a reexaminar una época que fue mucho más que un desquiciante ir y venir de pogos, barricadas y sobredosis.

El libro trasciende el disco y apela a toda una época. En un pasaje, la activista Leire López sugiere que el rock radical vasco se ha convertido en un paradójico espacio de consenso cultural. Un pasado al que mirar con nostalgia y cuya alargada sombra, en cierto modo, lastra el activismo actual. No en vano, en los últimos tres años se han reeditado discos de Eskorbuto, Kortatu, Cicatriz y La Polla Records. Y al cortometraje sobre Cicatriz y los dos libros sobre Eskorbuto se suma ya 160 metros, documental sobre el rock en Vizcaya.

AMAGOS DE MUSEIFICACIÓN / Estos días también se reedita Revolución, de La Polla Records. Otro mal visto subproducto que corría de mano en mano en casetes copiadas resurge en señorial vinilo. Sumado a la reedición de El estado de las cosas, avalaría la tesis de museificación del rock radical vasco. Hasta Ruper Ordorika incluye versiones de Hertzainak e Itoiz en su nuevo disco y reinventa Sarri Sarri, de Kortatu, supliendo su frenético compás ska por un sereno paseo country. Ya hay quien bromea con el estreno de un hipotético Rock radical vasco. El Musical.