DOS DELICATESEN TEATRALES EN LA SECA-ESPAI BROSSA
El pianista del 'Virginian'
Si se pregunta por una obra de Alessandro Baricco (Turín, 1958), nueve de cada diez encuestados probablemente coincidirán en su respuesta: Seda, una novela que ha alcanzado las 40 ediciones en España. Pero el novelista, dramaturgo y ensayista italiano tiene otras piezas, menos conocidas, de similar belleza y capacidad de seducción. Novecento es una de ellas y, como recuerda Pep Jové, es un monólogo de referencia en el mundo teatral. El veterano actor recrea ahora en La Seca-Espai Brossa la historia del pianista del crucero Virginian, bajo la dirección de Genoveva Pellicer.
Baricco narra la vida de ficción de un músico, conocido como Novecento, que fue abandonado a bordo de un transatlántico y nunca lo abandonó. El Virginian venía a ser, explica Jové, el Titanic de la época. «Hizo durante 40 años el viaje entre Europa y América con gente que emigraba hasta su hundimiento tras la segunda guerra mundial».
El bebé, hallado por un empleado de la sala de máquinas, crece en el barco y se convierte en un virtuoso del piano. «Hasta el punto de que su fama trascendió y el propio Jelly Roll Norton, considerado el creador del jazz, mantuvo un duelo con él en el transatlántico», añade Jové. Novecento se negó a dejar su casa flotante incluso cuando las autoridades decidieron hundirlo. Había quedado en muy mal estado al ser bombardeado en la segunda guerra mundial cuando se convirtió en un hospital ambulante.
Cambio de vestuario
«Es una manera de cerrar el círculo, no un final triste», sostiene Jové, quien añade que el virtuoso llegó un día a bajar los escalones de la rampa de desembarco cuando atracó en Nueva York. «Había decidido escuchar el mar desde tierra después de 32 años a bordo. Pero ni así lo hizo. Lanzó su sombrero al mar y regresó al Virginian».
Jové explica la historia de Novecento por boca de un trompetista, compañero en la orquesta del Virginian. Encarna a ese personaje durante 50 minutos del monólogo y al protagonista en los 10 restantes «Me transformo con un cambio de vestuario». Lo hace en un espacio íntimo, con la cercanía del público en la sala Leopoldo Fregoli del Brossa, donde se crea «un ambiente mágico» con la iluminación y la escenografía de Paco Azorín. Todo para resaltar «la belleza y gran imaginación» que destila el monólogo de Baricco que llevó al cine Giusseppe Tornatore en 1998. Jordi Bosch interpretó la pieza tres años después en el Poliorama. Ha pasado tiempo suficiente para recuperarla.
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