REGRESO DE UN REFERENTE POP DEL SIGLO XXI
Arcade Fire en el Caribe
En la era de la reflexión ya no actuamos movidos por el impulso individual sino condicionados por los acuerdos sociales y, a diferencia de una pretérita era de la pasión, el cálculo y la prevención se imponen al sentido de la aventura. Algo así le rondó por la cabeza a Win Butler, cantante, guitarrista y compositor de Arcade Fire, tras leer el ensayo La época presente (1846), de Kierkegaard, y encontrar en sus reflexiones la motivación y la gasolina teórica del nuevo disco del grupo. Sí, puede sonar un poco pretencioso, pero, oigan, ¡que estamos hablando de Arcade Fire!
Su cuarta obra, Reflektor, sale esta semana a la venta aunque, acorde con el signo de los tiempos, lleva ya unos días filtrada en la red en streaming (difundida por los propios músicos al comprobar que circulaba una versión pirateada de peor calidad sonora). Y en su extenso contenido, hora y cuarto de música distribuida en dos compactos, se abre paso una nueva versión de Arcade Fire: un poco más caliente y, sin duda, bailable; más terrenal, exploradora y, también, tercermundista y sexi. Aunque, cuando hay riesgo, también puede haber patinazos.
Dos claves. Primera: el disco está producido por su habitual cómplice, Markus Dravs, en alianza con James Murphy, el que fuera cerebro de LCD Soundsystem, que inyecta aquí y allá ocurrencias electrónicas y ritmos dance. Segunda: la mirada al sur, expresada en las cadencias tropicales de varias canciones, parte del descubrimiento de la música de Haití, país originario de los padres de Régine Chassagne, a raíz de un viaje en el que se acompañó de Butler, su marido. El género popular rara, de raíz africana, se intuye en algunas canciones, así como la vecina música jamaicana (derivada hacia en dub y, atención, no lejos del reggaeton en la atolondrada y discutible Flashbulb eyes). A todo ello sumemos que otra influencia del disco, esta más conceptual que musical, es la película Orfeo negro (1959), del francés Marcel Camus, ambientada en el carnaval de Río (y dotada de una iniciática banda sonora de bossa nova).
Funk con Bowie
Total, que Reflektor se suma a la corriente del altermundialismo pop y, aunque en ciertos momentos podamos pensar que el canario El Guincho ya llegó a esas conclusiones antes y mejor, la operación permite a Arcade Fire refrescar su discurso y matizar (un poco) su tendencia natural a la épica. Tenemos, como faro, la pieza Reflektor, siete minutos y medio de funk enrarecido y en crescendo que, podemos entenderlo, encantaron a David Bowie, presente a través de un cameo.
También están las sacudidas rítmicas de Here comes the night time, sensuales aunque con la inevitable cuota histriónica. En la discotequera We exist se pasan de retro, Normal person sorprende con su descarado tacto glam y Porno introduce una intranquila trama ciberpop. Y Joan of Arc, con su arranque frenético, y la larga y embelesada Supersymmetry nos recuerdan que, más allá de la excursión exótica, este sigue siendo un disco de Arcade Fire; ostentoso e incontenido. Para el disfrute, quizá, de Kierkegaard.
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