CRÓNICA

La memoria de los tapones

Rafel Nadal recuerda el pasado de su familia en 'Quan en dèiem xampany'

Albert Om invita a Rafel Nadal a descorchar una botella de champán para comprobar el fabricante del corcho.

Albert Om invita a Rafel Nadal a descorchar una botella de champán para comprobar el fabricante del corcho.

ERNEST ALÓS
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En casa de la familia Nadal Farreras, lo primero que se hacía tras abrir una botella de champán era pasar el tapón de corcho al padre, en la cabecera de la mesa, para que lo sostuviese en su mano, lo mirase, lo oliera, hiciera alguna observación sobre la calidad del material y composición y emitiera su dictamen; indefectiblemente positivo si llevaba la marca de la empresa familiar y negativo si resultaba ser un tapón de la competencia. Así empieza Quan en dèiem xampany (Columna y pronto, en castellano, en Planeta), el segundo libro en que el periodista y exdirector de EL PERIÓDICO Rafel Nadal explora en sus recuerdos familiares. Así que Albert Om, el presentador del título, anoche, en la Llar del Llibre, lo tuvo fácil para empezar el acto con un tono simpático, de convidat. Pedirle que explicase este pasaje para, acto seguido, hacerle descorchar una botella de cava para que se pronunciase. Fue fácil («es Freixenet, son clientes») y al mismo tiempo comprometido (hay distintos acabados).

En torno del corcho, más que del cava (champán para los mayores), gira el libro. Para ser más exactos, en torno a la saga iniciada por Francisco Oller, bisabuelo de Rafel Nadal, un joven de 16 años de Cassà de la Selva que, con el pueblo arruinado por la filoxera, zarpó en el Verge de Montserrat hacia Francia en 1885, y en 1892 ya tenía su propia empresa para comercializar los tapones de corcho de Girona y acabó suministrando a los grandes fabricantes de champagne (una historia que, según Om, podría convertirse en un éxito en la televisión; olor de xampany, podría titularse).

'CASSÀ CREST' / En la historia de los descendientes de Francisco Oller, que decidió rápidamente «hacerse francés» aunque dejó una rama catalana, hay hasta llegar a sus 56 bisnietos, explica Nadal, tres guerras, los dulces años 20 y el crack del 29, «conflictos entre los franceses y los catalanes», a los que en tanto que españoles «y por extensión africanos» miraban por encima del hombro; una mentalidad basada en el «ahorro, el esfuerzo, el sacrificio y la  educación» por parte de los catalanes, y en «la disciplina, el orden y el rigor» por los franceses; un sacerdote salvador de refugiados judíos durante la guerra mundial...

Por cierto. Tras un par de golpes de mano en su interior, la empresa (hoy Francisco Oller, S.A.) ha vuelto a funcionar viento en popa, con la mayoría de capital portugués y un miembro de la rama catalana en la gestión. Para sellar botellas de cava catalán y, también, de champán francés.