Un Murakami maduro

Cada temporada se espera ya la nueva novela de Haruki Murakami como se espera la nueva película de Woody Allen, sabiendo que será una de las más o de las menos inspiradas pero que nunca nos dejarán indiferentes, que siempre nos producirán un placer artístico. Y así nos llega la de este curso, para empezar sorprendiéndonos con un título que necesita explicación: los años de peregrinación nos remiten a una época de la vida e inevitablemente al prodigioso ciclo pianístico de Franz Liszt (que suena como leitmotiv de la novela en la interpretación de Lázar Berman), mientras que el protagonista es el chico sin color simplemente por un juego de palabras, ya que mientras su nombre, Tsukuru, remite a la acción de crear o construir (y no en vano ha estudiado ingeniería para dedicarse al mantenimiento de las estaciones de ferrocarril, un mundo desde el cual se puede contemplar el afán cotidiano de los hombres), el de los demás personajes de la obra poseen una clara connotación cromática (rojo, azul, blanco y negro).

NOSTALGIA DE LA ADOLESCENCIA / La pista de Liszt, concretamente su pieza Le mal du pays (es decir la Sehnsucht, la homesickness, la añoranza de la tierra), incluida en el primero de los tres álbumes (Suiza), es la que mejor sirve como referencia argumental de la novela, que trata de la patria perdida de una adolescencia inocente y perfecta, aquella en la que se urden los sueños que el tiempo inexorable acabará por arrumbar en el desván de las ilusiones incumplidas y sustituidas por otras, carentes ya de aquella condición de vírgenes o primigenias, aunque tal vez suficientes para sostener una modesta felicidad doméstica, una existencia cotidiana sin sobresaltos, el latido de la viscère sans fièvre en que decía Jean Richepin (y Georges Brassens) que se convierten tantos corazones ya desprovistos de pasión.

El hecho que precipita la acción es el carácter traumático que adquiere el fin de aquel periodo dorado en la vida del protagonista, que se ve expulsado del paraíso por una circunstancia misteriosa fuera de su comprensión, lo que le causa una grave herida espiritual que los años no acaban de cerrar. Y es aquí donde se pone en marcha la poderosa máquina narrativa del autor, que nos vuelve a plantear un problema psicológico donde se dan cita algunas de las cuestiones mayores que atenazan el alma humana (la persistente nostalgia del pasado, la conformidad o no con el destino, la posibilidad de una segunda oportunidad a veces devaluada pero a veces abriendo la puerta a una dicha de mayor intensidad y de mayor nivel de conciencia, la muerte como ineludible estación terminal) y que nos vuelve a proponer un enigma múltiple, que implica a todos los componentes del grupo juvenil, que son los que sin duda tienen las claves del episodio que cambió radicalmente la trayectoria vital del chico sin color.

El relato, como es habitual, discurre por los senderos del realismo más trivial (la venta de coches Lexus, la manipulación de los empleados de las empresas, el golpeteo de las barcas contra el muelle, la audición de un disco de jazz), hasta que súbitamente irrumpe el elemento irreal,  llevado en alas del sueño, de la imaginación o de la alucinación, para aportar algún dato revelador que nos conduzca a la solución del fascinante thriller propuesto por un narrador en plena madurez. Pero resulta que Haruki Murakami no quiere desvelar toda la verdad y nos deja deliberadamente ante un horizonte abierto, aunque insinúe muy tenuemente un happy end que quizás sea el que mejor pueda acomodarse a los deseos del lector.

LOS AÑOS DE PEREGRINACIÓN DEL CHICO SIN COLOR / EL NOI SENSE COLOR I ELS SEUS ANYS DE PEREGRINATGE Haruki Murakami Trad. Gabriel Álvarez / Jordi MasSFlbTusquets / Empúries 320 / 336 págs. 19,95 €