Concha de Oro para una historia mínima

'Pelo malo' convence al jurado, que aúpa la radicalidad de 'La herida'

Mariana Rondón, anoche, con la Concha de Oro por 'Pelo malo'.

Mariana Rondón, anoche, con la Concha de Oro por 'Pelo malo'.

OLGA PEREDA / San Sebastián

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Dentro de una sección oficial más bien tibia, una de las grandes apuestas este año del Festival de San Sebastián era una cinta española: Caníbal, en la que Antonio de la Torre encarna a un sastre que asesina mujeres, las filetea y se las come. Al jurado, sin embargo, no le tocó el corazón. Tampoco lo hizo Enemy, una disertación sobre la identidad que no admite términos medios (o la amas o la odias) y que está firmada por uno de los cineastas más cool del momento: el canadiense Denis Villeneuve (Incendies). Caníbal se marchó con una pedrea (el premio a la mejor fotografía para Pau Esteve Birba) y Enemy se fue completamente de vacío. La película que sí tocó el corazón del jurado fue Pelo malo, pequeñísima cinta venezolana en la que su directora, Mariana Rondón, parte de una anécdota (un niño de cabellos rizados está obsesionado con alisárselos) para lanzarnos, pero solo de pasada, una crítica social y política a Venezuela, país en el que las oportunidades escasean y la homofobia late con peligro. El niño protagonista apunta maneras de ser homosexual y su madre -una mujer viuda, estresada, amargada y sin empleo- es la primera que no lo soporta.

Si Caníbal se llevó un premio técnico de consolación, David Trueba ni eso. Su canto a la bondad y al optimismo, Vivir es fácil con los ojos cerrados, no mereció el aprecio del jurado, que sí aupó la radicalidad de la otra película española a concurso: La herida, debut en la dirección del montador sevillano Fernando Franco, que se embolsó el segundo premio más importante tras las Concha de Oro, el especial del jurado. Además, su protagonista, Marian Álvarez se llevó muy merecidamente el galardón a la mejor actriz tras dejarse la piel dando vida a una joven con un gravísimo trastorno psicológico. Con un tono asfixiante y claustrofóbico, la película tiene tantos adeptos como detractores. Pero hasta estos últimos se levantan el sombrero ante el admirable trabajo de Álvarez, que, en su día, ya fue premiada en Locarno por Lo mejor de mí (Roser Aguilar, 2007).

Quizá (pero solo quizá) el hecho de que el jurado diera la Concha de Plata a una actriz española evitó que otro firme candidato como Antonio de la Torre se lo llevara por Caníbal. Sea por ese motivo o por otro, el que salió vencedor fue Jim Broadbent, que de eterno secundario ha pasado a ser el espléndido protagonista de la verborreica Le week-end, firmada por el director de Nothing Hill (Roger Michell). Con más de cien películas en su currículo, el veterano actor (ganador del Oscar por Iris) interpreta a un hombre casado que viaja el fin de semana a París junto a su mujer para resucitar el espíritu del viaje de bodas. Quizá no lo resuciten, pero hablar hablan por los codos.

BERTRAND TAVERNIER / Los rumores apuntaban a un posible premio del guion para Le week-end, pero las quinielas fallaron. La afortunada fue Quai D'Orsay, sátira política firmada por una de las firmas más consagradas del cine europeo: Bertrand Tavernier, que durante la presentación de su filme se atrevió a criticar con dureza al ministro de Cultura español, José Ignacio Wert.

Otro de los premios gordos, el de mejor director, recayó en el mexicano Fernando Eimbcke por Club Sándwich, minimalista cinta que usa los tiempos muertos para hablar de los celos de una madre que ve como su hijo deja de ser un niño.