'Pacific rim ', toque analógico y 'blockbuster' digital

Hasta la fecha, Guillermo del Toro ha tenido la extraña habilidad de convertir en filmes personales tanto una historia de fantasmas en plena guerra civil española (El espinazo del diablo) como la adaptación de diversos cómics sobre atípicos superhéroes (Blade 2 y los dos filmes sobre Hellboy), una serie B con criaturas mutantes (Mimic) como una miniatura sobre alquimías y vidas eternas (Cronos). Trabaje en su México natal, en Estados Unidos o en España, Del Toro sabe ser certero, y más o menos libre, rodando con ajustados medios o tirando la casa por la ventana.

Este último caso es el dePacific rim, otro filme personal que parece un encargo de unamajorpara emular, una vez más, el éxito deTransformers y similaresblockbusters. Personal porque parte de una premisa propia, tiene un ritmo agitado pese al exceso de metraje y mezcla bien la parafernalia del cine de acción moderno con los ingredientes de aire más analógico por los que Del Toro es reconocido: la atmósfera próxima a Lovecraft en la configuración de los monstruos, el regusto gótico frente al exceso de metal y efecto digital, la presencia irónica de Ron Perlman como traficante de órganos monstruosos o el cameo de Santiago Segura. Hay elementos del filme, sobre todo en la configuración de estos peculiares soldados cuyas mentes se ponen en sintonía para pilotar los gigantescos robots que se enfrentan a las criatura del averno, que pueden recordar a la mucho más cínica y virulentaStarship troopersde Paul Verhoeven, así como los ecos indisimulados de las batallas entre Godzilla y otros monstruos atómicos.

Del Toro no pierde comba en la era del cine comercial de posproducción a la vez que dota a su tópica historia -porque el relato es un cúmulo de clichés- de los ingredientes suficientes para que sea una película reconocible.

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