CRÓNICA

Regreso al horror

'Hate radio' transporta al público al genocidio de Ruanda en toda su crudeza

El estudio de la Radio Televisión Libre de la Mil Colinas, en el Lliure.

El estudio de la Radio Televisión Libre de la Mil Colinas, en el Lliure.

JOSÉ CARLOS SORRIBES
BARCELONA

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Si cabe aplicar una palabra al cartel teatral del Grec 2013 es coherencia. Porque su director, Ramon Simó, ha hecho una clara apuesta por un teatro político. Hate radio, que se despide hoy del Lliure de Montjuïc, es un ejemplo. La compañía suizo-alemana Instituto Internacional del Crimen Político, del director Milo Rau, expone con toda su crudeza en una reconstrucción de extrema fidelidad uno de los instrumentos de propaganda que gestaron el genocidio de Ruanda de imposible calificativo: un millón de muertos (tutsis y hutus moderados) en tres meses de 1994. Las emisiones de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas alentaron el odio y unos crímenes que entran en la página más negra de la historia.

Hate radio se inicia con una parte audiovisual que sirve de contexto con testimonios reales. Posteriormente, durante una hora y cuarto, el espectador se convierte en el público, auriculares incluidos, de un programa de radio con una puesta en escena absolutamente realista. Verá cómo tres locutores igual incitan a sus compatriotas a eliminar escarabajos (así llamaban a las víctimas), que critican a la prensa internacional, al presidente Clinton, dan lecciones de historia de su país de la forma más propagandística posible, informan del Mundial-94 con el 3-0 de España ante Suiza o hablan de lo mucho que les gusta fumar hierba.

En el estudio hay dos hombres y una mujer locutando (que encarnan a personajes reales, incluido un ciudadano belga con pinta de mercenario), un técnico en la pecera que pone música (con temas de la época como el Rape me de Nirvana o I like to move it de Reel 2 Real) y un militar impasible del que no sabremos nada. ¿Censor? ¿Simple vigilante?

Es todo tan real, y con un excelente trabajo interpretativo, que asoma el peligro de la reiteración y la monotonía. En el viejo criterio de que no se puede hacer radio en un programa de televisión también podría incluirse al teatro. Pero es una obra tan necesaria que se olvida el pero ante su cierre con nuevos testimonios audiovisuales. Rasgan el alma. Como cuando uno de ellos avisa de cuál será el próximo genocidio.