Presentación de la exposición 'Sisley-Kandinsky-Hopper' en Sant Feliu de Guíxols

«Las instituciones son menos valientes que yo»

Carmen Thyssen ha presentado el proyecto para su museo en BCN y no ha tenido respuesta

Un óleo de Varvara Stepanova (izquierda), y 'Portuguesa', de Delaunay, las obras que cierran la muestra.

Un óleo de Varvara Stepanova (izquierda), y 'Portuguesa', de Delaunay, las obras que cierran la muestra.

ANNA ABELLA
SANT FELIU DE GUÍXOLS

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«Las instituciones son menos valientes que yo». Así, y con un «preguntad a los políticos...», lanzaba el guante ayer Carmen Cervera a los responsables de las negociaciones que deben hacer realidad el futuro «Museo Carmen Thyssen Barcelona», que la baronesa reiteró estar «deseando que se lleve a cabo», por considerarlo «un proyecto maravilloso» e «importante para Catalunya». Este albergaría, en el pabellón Victoria Eugenia de Montjuïc, parte de su codiciada colección de arte, dentro de la Explanada de los Museos, eje cultural impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat, La Caixa, Fira Barcelona y el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), con cuyo director, Pepe Serra, Thyssen remarcó mantener una muy buena relación.

La baronesa, que reveló que hace seis meses ya envió un proyecto «a las partes interesadas», advirtió de que aún no hay nada definitivo, aunque «se está en el camino» y recordó que el plan ofrece una especie «de isla de los museos como la de Berlín, que encuadraría al MNAC, CaixaForum, la Fundació Miró y la Mies Van der Rohe». «Me gustaría estar ahí porque sé que necesitan que esté para llevarlo a cabo, por la colección y por el apellido Thyssen. Solo puede aportar cosas buenas», añadió relajada y cercana, toda de blanco, sentada en el jardín del monasterio de Sant Feliu de Guíxols (Baix Empordà), donde presentó la segunda exposición temporal que aloja el Espai Carmen Thyssen: Sisley-Kandinsky-Hopper, comisariada por Pilar Giró, que reúne, hasta el 13 de octubre, 54 pinturas de su colección, 14 de ellas nunca expuestas, procedentes de los museos Thyssen de Madrid y Málaga.

CUADROS PARA TODOS  / Su idea, añadió, es que exista un «movimiento rotativo» entre las colecciones cedidas a esos dos centros y el de Barcelona, su ciudad natal, en este último  podría empezar con 100 obras. «Tengo unos 1.300 cuadros, hay cuadros para todos», aseguró, arropada por Guillermo Solana y Tomàs Llorens, director y conservador jefe del Thyssen de Madrid, respectivamente. Así, a Montjuïc prevé llevar tanto pintura catalana como impresionistas, postimpresionistas, expresionistas y arte americano. «Y puedo llevarme mi hopper», apuntó, poniendo la miel en la boca, en referencia al cuadro estrella de la exposición de Sant Feliu: El 'Martha McKeen' de Wellfleet (1944), uno de los dos con temas de mar que el estadounidense Edward Hopper pintó en su madurez, en el que todas las gaviotas miran al horizonte. Una obra que, según Solana, se aleja de la soledad y melancolía urbana habitual del autor, llamando «al mar, al sol y la alegría de vivir, en el que se nota la personalidad de Tita».

EL PABELLÓN / Añadió Tita Cervera, que el proyecto que envió a las instituciones, aunque se centraba en la parte artística, incluía un estudio de costes para adecuar el pabellón Victoria Eugenia. «Es un lugar fácil de convertir en museo, levantando los suelos para acoger el agua, la electricidad... Los techos son altos y están en buen estado y con módulos se acotaría fácilmente el espacio».

Sin embargo, a la espera de que las instituciones rompan el silencio, la muestra de Sant Feliu puede ser un más que atrayente aperitivo. Con obras de los catalanes Josep Amat, Miquel Villà, Modest Urgell, Martí i Alsina o Eliseu Meifrèn, de los europeos Sisley, Kandinsky, Gauguin, Delaunay o los norteamericanos Hopper o Bricher, propone un diálogo entre piezas naturalistas, aún embebidas de romanticismo, impresionistas, expresionistas, de Europa y América, de mediados del siglo XIX hasta la modernidad y las vanguardias de mediados del XX.

KANDINSKY Y VILLÀ / En «unas salas que dialogan las unas con otras», el hilo conductor de la exposición, según señala la comisaria, Pilar Giró, es «el alma del paisaje». Así, la muestra comienza con pinturas romántico-naturalistas con temas de agua dulce, que tienen en común «que captan un instante, para que no se pierda, pues el deseo de futuro nos hace ser conscientes del presente». La siguen motivos de agua salada, como Molinos de viento al lado del mar, de Meifrèn, paisajes impresionistas de Gauguin, Pinós o Sisley, el expresionismo de Casas en el Obermarkt, de Kandinsky, hablando con tres obras de Villà,  o el espacio Lugares reencontrados, donde el visitante puede reconocer el monumento a Colón (Mompou), la plaza de Palau (Amat) o el puerto de Barcelona (Emili Bosch). Quizá pronto se reencuentren con su ciudad.