CRÓNICA
Maratón extraordinario
Las 6 horas de 'Tragèdies romanes' asombran en el Lliure
Pocas veces está tan justificado el calificativo extraordinario para valorar un espectáculo como ha sucedido con el paso deTragèdies romanespor el Grec 2013. Y es justo en todos sus sentidos: dimensión ultramaratoniana (5 horas y 45 minutos con tres piezas de Shakespeare enlazadas), recursos abrumadores y la excepcionalidad con que, por desgracia, llegan obras internacionales de este calibre a Barcelona. Y son imprescindibles para alimentar las miradas de los creadores de aquí.
Da para una tesis esta propuesta, ya veterana (se estrenó en el 2007 y ha tardado seis años en llegar a BCN), de Ivo van Hove que reúne en un solo montajeCoriolano, Julio César,yAntonio y Cleopatra,tragedias del genial bardo. El director belga de la compañía Toneelgroep Amsterdam lo hace con unos códigos del siglo XXI, y con una impecable dramaturgia que acentúa la carga política de los clásicos con, por ejemplo, la confrontación entre el individuo y el llamado bien común.
VÉRTIGO APABULLANTE / Pero deTragèdies romanes, un plato destinado a gurmets del teatro más avanzado, resultan apabullantes su envoltorio y recursos multimedios. El espectador se queda como si acabara de asimilar, de una tacada, el vértigo de una temporada entera deHomeland con el aliento único de la épica de Shakespeare. El espacio escénico, de más de 300 metros cuadrados en el Lliure, remite a la sala de espera de un aeropuerto, alhallde un hotel o a un gran plató televisivo. Espacio, lleno de pantallas donde se sigue la obra, al que es invitado a subir el público en una insólita interactuación. Y donde puede avituallarse en sendas barras de bar en los laterales.
Es teatro, mayúsculo sí, pero con un consumo más cercano al del mundo audiovisual de nuestro tiempo. Desde esos sofás, aunque se pierde algo de foco, se puede contemplar a 14 intérpretes que no pueden actuar mejor. Imposible. Por ejemplo, el monólogo de Marco Antonio, tras el asesinato de Julio César, fue tan catártico que marcó un punto y aparte. Hasta el extremo de que la obra creció y creció, pese a que las horas iban cayendo. O cuando Enobarbo salió a la calle, junto a un cámara de vídeo, fuera del Lliure para mostrar su desesperación al traicionar a Antonio. Incluso paró el tráfico. Y la caída final de Cleopatra llega con un primer plano que rasga el alma a través de la inmensa pantalla que preside el escenario. Más grande que la vida.
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