ESTRENO EN LA SALA DEL RAVAL DE UNA PRODUCCIÓN DE ATRIUM

Viaje al Líbano de Mouawad

Lluís Marco (izquierda) y Marc Rodríguez, difunto padre e hijo, en 'Litoral'.

Lluís Marco (izquierda) y Marc Rodríguez, difunto padre e hijo, en 'Litoral'.

IMMA FERNÁNDEZ / Barcelona

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Tras la excelente y estremecedora  Incendis, obra de Wadji Mouawad que arrrasó en el Romea bajo la dirección de Oriol Broggi, la sala del Raval estrena Litoral, la primera pieza de la magna tetralogía Le sang des promesses (La sangre de las promesas) que ha convertido en autor de culto al dramaturgo y director escénico de origen libanés. Un impresionante fresco del desarraigo y la memoria -que se completa con Bosques y Cielos- pintado desde la mirada de un niño (Mouawad) que vivió la pesadilla del Beirut en guerra de los años 70 y un doble exilio a Francia y Canadá.

Esta producción de la Sala Atrium dirigida por Raimon Molins tiene un elenco encabezado por Marc Rodríguez y Lluís Marco, los únicos que asumen un único personaje. El resto -David Verdaguer, Mireia Trias, Patrícia Mendoza, Pepo Blasco y Xavier Ruano- se multiplica para la puesta en escena de un «viaje a las profundidades de la propia identidad», explica Molins, con paradas en las relaciones paternofiliales y el difícil encaje entre Occidente y Oriente.

Tragicomedia

La dura travesía hacia las raíces entronca con Incendis SEnD«tiene puntos en común», admite el director-, pero Litoral es «más gamberra», destila humor en la primera parte y el montaje, dividido en seis capítulos, es «muy diferente». Sí coincide, como toda la tetralogía, en ahondar «en el origen perdido y la necesidad de recuperarlo para empezar de nuevo en paz con uno mismo».

Aunque la obra comienza con un «humor liviano», en palabras de Marco, después aflora «la crueldad y la carga emocional de Incendis». «Lo que te cuentan te lleva a reflexionar que lo que está cayendo aquí son nimiedades en comparación con lo que se sufre en otros países», argumenta el actor, que coincide con el resto del equipo en calificar la obra de «tragicomedia».

     La definición encaja con el inicio de la historia. Un joven de Quebec, Wilfrid (Rodríguez), se entera, en el inoportuno transcurso de un orgasmo, de que su padre ha muerto. «Entra en estado de choque y empieza a replantearse la relación con un progenitor al que no conoció (Marco), que en la obra se le aparece ya difunto. Todo está en su imaginación», explica el director.

Las dificultades para encontrar un lugar donde enterrarlo serán la excusa para embarcarse en ese viaje hacia los orígenes. No quieren al muerto en el nicho familiar porque lo culpabilizan del fallecimiento de la madre en el parto y Wilfrid, en connivencia con el cadáver, decide sepultarlo en su país natal, Líbano. Pero allá, con los cementerios a rebosar por la guerra, les espera un peregrinaje eterno. Aguardan también, como sucedía en Incendis, los secretos de un pasado familiar que ayudarán al protagonista a construir su identidad.

El exilio, la muerte, el dolor, el más allá, las fantasías infantiles (representadas por un caballero, héroe en la infancia de Wilfrid), los sueños y la necesidad de saber quiénes somos son, a juicio de Molins, los pilares de la obra, cuya versión dirigida por el propio Mouawad se vio en Temporada Alta.

Canadiense de adopción, Mouawad escribió Litoral en 1997, tras su regreso -casi dos décadas después y becado por el Quebec- al Beirut que abandonó siendo un crío de 8 años testigo de las atrocidades de la guerra. «Pretendía volver a un país que había acabado por ser un fantasma en mi memoria, con la esperanza de que lo que en la infancia viví como horrores no fuera más que un mal sueño. Pero mi ilusión se esfumó. Ver los lugares olvidados fue un recuerdo espantoso, que me transportó a un pasado real», escribió Mouawad en el libro Le sang des promesses, una especie de cuaderno de bitácora de su tetralogía. «No fue tanto un viaje iniciático como una odisea, porque la odisea es un retorno hacia sí mismo», agregó un autor que envuelve de lirismo literario sus tragedias épicas.

«Mouawad me tiene cautivado. Dentro de 100 años será como Shakespeare», vaticinó un elogioso Marco. Para Molins, representar  obras como Litoral adquiere una mayor trascendencia en la actual coyuntura porque «explica precisamente cómo puede acabar un país sin cultura».