entrevista con el Autor de 'Ardalén', Mejor Obra española

Miguelanxo Prado: «Estamos en una edad de oro del cómic»

Miguelanxo Prado, el viernes en el estand de Norma del Salón.

Miguelanxo Prado, el viernes en el estand de Norma del Salón.

A. ABELLA
BARCELONA

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Doscientas cincuenta y seis ambiciosas y esperadas páginas formanArdalén(Norma), labradas durante tres años de trabajo y surgidas de la privilegiada creatividad artística de Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958). El autor gallego, dechado de sosiego y amabilidad, hablaba el viernes con este diario sin saber que 24 horas después volvería a recibir, como dos décadas antes lo logró con la celebradaTrazo de tiza, el Premio a la Mejor Obra de autor español del Salón del Cómic de Barcelona.

-Alucinación, fantasía, realismo mágico... traído por ese viento, el ardalén, que atraviesa el Atlántico. Una evasión en estos tiempos malos.

-La fantasía, el imaginario más desbocado puede servir como bálsamo en situaciones duras. Pero el realismo mágico puede permitir afrontar la realidad desde ángulos diferentes. Y yo arrelé en temas secundarios, como la emigración y la rotura de las familias. El mayor homenaje que podemos hacer a quienes hicieron las Américas es no olvidarlos.

-El olvido. Precisamente la memoria es el gran tema de Ardalén.

-La memoria nos define, nos hace ser lo que somos, cómo somos y actuar como actuamos. Cada mañana, ante el espejo, es la memoria la que nos dice quiénes somos, cómo nos llamamos, el 99,9% de las instrucciones están ahí. Pero en la memoria almacenamos también los sentimientos, no podemos odiar o querer a nadie sin ella. Lo vemos en enfermos de alzhéimer o amnesia, que están ante un hijo y no sienten nada.

-¿Le inspiró el miedo a perderla?

-Me fascina la memoria. Somos esclavos de nuestros recuerdos, de cómo los guardamos y manejamos. Pero fue a los dos meses de acabar la películaDe profundis, cuando tuve dos fallos de memoria gordos, cuando fui consciente de la fragilidad absoluta del mecanismo. El peor fue un día que tenía una conferencia y fui incapaz de encontrar el material en el ordenador. Hice la peor conferencia de mi vida y al volver a casa lo hallé sin más. Un primo psicólogo clínico me dijo que era un fallo típico de estrés, que no me preocupara.

-El mar, marca de la casa.

-Hay teorías neurobiológicas que dicen que venimos del mar y eso nos marca. No sé. Pero a muchísimos seres humanos nos hipnotiza. Yo nací al lado del mar, crecí oliendo a mar, lo llevo en la sangre. Tiene un atractivo de vértigo, un imaginario y una potencia enorme, es evocador. A la vez que un espacio real, desde antiguo ha sido un espacio mítico, ahí está la esencia del realismo mágico. La humanidad siempre ha puesto en el mar sus delirios, monstruos, y miedos más oscuros y tesoros y ciudades maravillosas: la Atlántida.

-Relaciones personales, incomunicación, otra constante en su obra.

-Me obsesiona la incomunicación. Todo sistema de comunicación es fallido porque nunca la información que se recibe es exactamente la misma que la emitida, no se percibe igual. Baso mis historias en fallos de comunicación, que llevan a situaciones hilarantes o a los peores dramas. Y reflejo un debate personal: la tensión entre lo colectivo y lo individual. En la teoría defiendo lo colectivo y social como forma de hacer el mundo mejor pero desconfío de los colectivos. Las mayores atrocidades las ha cometido el hombre en acciones colectivas. Creo profundamente en la responsabilidad individual.

-¿Cómo ve el cómic hoy?

-Vivimos una edad de oro en lo creativo. Por fortuna hoy no hay modas pasajeras y asfixiantes. La base de la evolución es la diversidad y es maravilloso ver en una librería desde el libro de una iraní que es unbest-sellerfuera del cómic [Satrapi] a cómics de superhéroes que rompen cánones, propuestas periodísticas como la de Joe Sacco, libros autobiográficos... Hay que preservar y potenciar eso. El cómic debe aspirar a ser un lenguaje universal con el que tratar todos los temas. Que coincida con una crisis mundial es una jodienda. Pero como no somos una moda y hay lectores de 12 años y de 80, creo que seguiremos ahí, al contrario de los políticos de turno.