Cine y catástrofe

Apocalipsis en Barcelona

Los hermanos Àlex y David Pastor relatan su experiencia en el rodaje del filme sobre el fin del mundo 'Los últimos días'

JULIÁN GARCÍA

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Una extraña epidemia de agorafobia mortal impide al ser humano salir al exterior y le recluye en viviendas, oficinas, sótanos, túneles y alcantarillas. Una modalidad lenta y silenciosa de fin del mundo que los hermanos Àlex y David Pastor ambientan en su ciudad natal, Barcelona, en su segunda película, 'Los últimos días', estrenada esta semana. Estamos tan acostumbrados al apocalipsis cinematográfico en urbes como Nueva York, París, Londres o Tokio que por fuerza sobrecogen las imágenes de llamas y fumarolas por encima del Arc de Triomf; de la Via Laietana completamente desierta; o de perros corriendo entre coches abandonados por la calle de Balmes a la altura del Banc Sabadell. El fin del mundo en la puerta de casa.

Este diario quiso que los hermanos Pastor, reputados cortometrajistas y responsables del 'thriller' también apocalíptico 'Infectados (Carriers)' (2009), rodado en EEUU, recorrieran esa Barcelona del fin de los tiempos. Entidad prácticamente inseparable, el binomio Àlex & David Pastor relata en primera persona su aventura apocalíptica y cinematográfica.

EL APOCALIPSIS URBANO «Nos hacía ilusión destruir Barcelona»

«Barcelona es nuestra ciudad y nos hacía especial ilusión ser los primeros en destruirla. Cuando se acabe el mundo, se acabará para todos igual, estés en Nueva York, Tokio, Girona, Albacete o Barcelona. El apocalipsis, por definición, será global, planetario, total, pero al llevarlo a un paisaje más próximo y cotidiano para el espectador, las imágenes de destrucción te impactan mucho más. ¡Barcelona es lo que nos encontramos cada día al abrir la puerta, al mirar por la ventana! Al final, ciudades como Nueva York las tenemos tan vistas en el cine que casi nos parecen más un decorado de película que un espacio real».

LOS ESCENARIOS «¡No sale la Sagrada Família en llamas!»

«Barcelona es un personaje más de 'Los últimos días'. Queríamos sacar sitios reconocibles, que luciesen, como el Arc de Triomf, la Vila Olímpica o la Via Laietana, y que, ya puestos, tuviesen un significado especial para nosotros. Por ejemplo, el Palacio del Cinema, que es uno de los cines de nuestra infancia. ¡Ahí vimos 'Indiana Jones y el templo maldito'! Es una Barcelona monumental, icónica y espectacular, sí, pero lejos de los clichés turísticos y la postalita. La Barcelona, en fin, que nos encontramos en el día a día: el metro, el centro comercial. Fíjate que... ¡no sale la Sagrada Família en llamas!».

EL RODAJE EN EL METRO «Suerte de las obras de la línea 9...»

«Uno de los síntomas de nuestra inconsciencia a la hora de escribir el guion fue situar gran parte de la acción en el metro. Los túneles, las estaciones... Enseguida nos dimos cuenta con horror de que no había vías ni túneles en desuso, y de que el metro circula tantas horas al día que no habríamos podido rodar ni media escena durante los pocos ratos que está cerrado. La película era infilmable, porque tampoco teníamos presupuesto para crear decorados. Nuestro gran golpe de suerte fueron las obras de la línea 9. Fue algo bestial. 'Tuneamos' un poco las paradas que ya hay terminadas en El Prat y ahí pudimos hacer lo que quisimos. Fue como rodar en el decorado más realista que jamás habríamos podido soñar. Sin eso, hoy no estaríamos hablando de 'Los últimos días'».

EL RODAJE «¿Cómo íbamos a cortar la Via Laietana?»

«El rodaje fue largo, física y mentalmente agotador. Pero también fue, sorprendentemente, como la seda. En cualquier caso, ha sido duro. Nos dimos cuenta del lío en el que nos habíamos metido ya en la primera reunión. ¿Cómo construiríamos ese túnel? ¿En qué localización nos dejarían encender hogueras? ¿Cómo íbamos a cortar la Via Laietana? ¿Y cómo podríamos cerrar el Gran Via 2 para montar la que montamos en el supermercado? Nos quedó solo una cosa por hacer... Inicialmente, teníamos una escena en el guion que era un homenaje a 'La cabina', de Antonio Mercero, con un hombre encerrado que no se atreve a salir. Por desgracia, ya apenas quedan cabinas en Barcelona, y menos cerradas. ¡Eso sí que habría sido cine fantástico!».

LA ALEGORÍA APOCALÍPTICA «Pese a todo, es un filme esperanzador»

«Para nosotros, el Pánico, esa forma extrema y mortal de agorafobia que plantea 'Los últimos días', es la destilación final de todas las angustias, fobias y malestares de la vida moderna. Es la soledad y la desconexión de la gran ciudad, es el estrés del trabajo, es la acumulación de dolencias físicas provocadas por nuestro estilo de vida: insomnio, depresión, acidez de estómago. Somos tan prisioneros de este estilo de vida tan sedentario y poco natural que literalmente nos quedamos atrapados en los edificios. Pero será justo esta catástrofe la que, al destruir la civilización, nos dará la oportunidad de volver a las raíces, de reevaluar nuestras prioridades. Al fin y al cabo, 'Los últimos días' es una película apocalíptica, pero esperanzadora y optimista. Solemos decir que nuestra historia habla sobre el fin de un mundo, pero no del mundo en general, porque el planeta seguirá con o sin nosotros...».

LOS ACTORES «Son muy diferentes y una gran combinación»

«Jose Coronado y Quim Gutiérrez son dos actores muy diferentes, por generación, perfil y estilo interpretativo. Por eso son una gran combinación. A Jose le tuvimos muy claro desde el primer momento. Escribimos el personaje de Enrique para alguien de su edad. Fue arriesgado, porque si nos hubiera dicho que no teníamos pocas alternativas... Es un personaje complicado, un ejecutivo de recursos humanos que puede caer mal. Y Jose es capaz no solo de que te acabe cayendo bien, sino que le encuentres la humanidad. Quim es nuestro héroe ideal: alguien cercano, que te lo crees como persona inmadura y con problemas, pero capaz de convertirse en héroe cuando las cosas se complican».

LOS REFERENTES «Hemos combinado aventura y reflexión»

«Los referentes de 'Los últimos días' están lejos del cine de terror y más cerca de la ciencia ficción, desde su vertiente más espectacular, como 'Hijos de los hombres' [Alfonso Cuarón, 2006], hasta su vertiente más íntima, como 'El tiempo del lobo' [Michael Haneke, 2003]. Hemos intentado combinar la aventura y el entretenimiento con la reflexión y los personajes, mezclando muchos géneros: la 'road movie', el 'thriller' apocalíptico, la 'buddy movie', porque nuestro gusto como espectadores es ecléctico y nos gustan las películas que no se atan de pies y manos a las convenciones de un género específico. Ahora será el espectador quien decidirá si lo hemos conseguido o no. Porque hacer una película es un salto al vacío con la esperanza de que lo que te interesa a ti le interese a alguien más».