NUEVO TÍTULO DE LA AUTORA DE 'EL SILENCIO DEL BOSQUE'

El peso de la sangre

Del teatro a la novela  8Tana French, el jueves en Dublín.

Del teatro a la novela 8Tana French, el jueves en Dublín.

ANNA ABELLA

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Menuda, de voz dulce y mirada inteligente y cristalina, a juego con el cielo gris de Dublín, Tana French (Vermont, Estados Unidos, 1973) espera su segundo hijo para el 23 de abril, aunque hasta el jueves, cuando expresaba su deseo de visitar Barcelona, desconocía cómo era un Sant Jordi en Catalunya. Criada en Italia y Malaui, pero irlandesa de adopción, bien se ha asegurado la autora de la premiada El silencio del bosque de que su familia esté a años luz de la que retrata en su nueva novela negra, Faithful Place (RBA). En ella se crió su protagonista, el policía de operaciones encubiertas Frank Mackey, con cuatro hermanos, marcados por un padre alcohólico y maltratador y una madre dominante, arquetipo de muchas de las que vivían hace dos décadas en el dublinés y céntrico barrio obrero de Liberties, a un paso de la catedral de San Patricio y de la fábrica de cerveza Guinness.

«Es una familia destructiva, sí, pero son más que eso, se quieren sinceramente, pero no saben demostrarlo. Y seguir reuniéndose los domingos en casa de los padres es una manera de agarrarse unos a otros. La novela trata del amor, de muchos tipos de amor», explica French en una antigua y acogedora sala del Hotel Central.

Vidas arruinadas

Como el fraternal o el paterno del divorciado Frank por su hija Holly. Pero el que marca la trama es el amor de un Frank de 19 años por su novia Rosie, que le empujó -además de la urgencia de huir para siempre de su familia y su entorno- a planear una fuga en secreto. Pero Rosie le dio plantón, o eso creía él, hasta que 22 años después su maleta y los restos de su cadáver aparecen en una casa abandonada y él debe volver al barrio. «Antes, si venías de un barrio como Liberties era muy difícil conseguir trabajo. Ser de un barrio así te hacía la vida muy difícil, podía arruinártela, igual que tener una familia como la de Frank. Si uno quería estudiar y progresar era normal que la familia e incluso los profesores, en lugar de animarle le dijeran: 'Y tú, ¿quién te crees que eres?».

De ahí un plantel de personajes desgraciados con la vida que les ha tocado vivir en esos barrios pobres, focos de paro en los que la máxima aspiración era trabajar en la Guinness, donde algunos se pulían la paga de los trapicheos en alcohol y donde los niños debían asumir responsabilidades de adultos. Eran comunidades alérgicas a la policía, regidas por sus propias reglas, con el chismorreo elevado a deporte nacional. «Aquel ambiente social definía la vida antes de nacer. Y al no saber luchar contra eso llegaba el resentimiento, que cuando se interioriza se vuelve autodestructivo», dice French, que sin embargo, está convencida de que «siempre tienes la opción de elegir cambiar tu vida», como Frank, que «no acabó como su padre sino que decidió marcharse aunque podría haber vuelto con su familia cuando creyó que su novia le había dejado».

A French le gusta relacionar en sus novelas el pasado y el presente de los personajes -«puedes ser adulto pero la persona que eras a los 7 años sigue ahí»- y cambiar de protagonista en cada novela -«les pongo en encrucijadas personales cruciales y si el mismo afrontara una en cada libro acabaría con una crisis nerviosa». Y sus malos no matan porque son malvados. En Faithful Place se repite la pregunta de ¿Por qué serías capaz de matar? y respuestas como por el trabajo, la familia o Irlanda, aunque French se ve incapaz de ello. «Intento comprender lo incomprensible. Investigar qué empuja a gente buena y normal a matar. Indagar la combinación de fuerzas que tocan el punto débil de una persona para que se convierta en asesina».

Otra marca de la casa es la fuerza de los diálogos, unos potentes toma y daca entre personajes que ella atribuye a su faceta como actriz de teatro profesional, formada en el Trinity College de Dublín. 

Faithful Place transcurre en la Irlanda al borde de la crisis, justo antes de que, como en España, estallara la burbuja inmobiliaria en el 2008. «El dinero era nuestro sistema moral, solo se juzgaba a las personas por el dinero que tenían, si eras pobre, eras malo. Y una de las víctimas de la crisis han sido las familias. Porque durante el auge económico a la gente de mi generación nos animaban a comprar casas en las afueras de Dublín, en urbanizaciones que te alejaban de la familia, donde estabas solo, sin su apoyo. Eso ha disgregado las comunidades», afirma French.

«En esta crisis estamos haciendo lo que nos dicen de fuera, cómo debe funcionar nuestro país, pero no funciona y no hay nadie con carisma capaz de coger las riendas. A nivel individual, la gente ha desarrollado el sentido del humor irlandés que había aparcado durante la época de bonanza. Ahora se gastan más chistes que nunca. Mucha gente está en bancarrota, pero estamos sobreviviendo», añade con un deje de esperanza.