REPOSICIÓN DE UNA EXITOSA COMEDIA DE EDUARDO DE FILIPPO

Puro sabor napolitano

'Natale in Casa Cupiello' vuelve, con un reparto nuevo, por tercera vez a la Biblioteca

Padre e hijo 8 Boris Ruiz y Enric Auquer, en 'Natale in Casa Cupiello'.

Padre e hijo 8 Boris Ruiz y Enric Auquer, en 'Natale in Casa Cupiello'.

JOSÉ CARLOS SORRIBES
BARCELONA

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Oriol Broggi y su compañía, La Perla 29, hacen una defensa del teatro de repertorio. Si han vuelto a reponer con éxito Incendis en el Romea, unos metros más allá dan otra vuelta de tuerca con Natale in Casa Cupiello. La ácida comedia del maestro napolitano Eduardo de Filippo (1900-1984) se ha instalado por tercera vez en el escenario emblemático de La Perla, la nave gótica de la Biblioteca de Catalunya. Es la tercera vez, pero como si fuera la primera. «Todo es completamente nuevo», subraya Broggi.

Y es nuevo porque del reparto de nueve intérpretes de la anterior solo repiten dos: Marissa Josa (Concetta, la mujer de Luca Cupiello), y Joan Arqué (el pretendiente de Ninuccia, la hija del patriarca). El propio Broggi ha compartido la dirección de la nueva versión con Ferran Utzet, ya que los preparativos han coincidido con el estreno en castellano, en el Centro Dramático Nacional, del exitoso Cyrano de Bergerac. «Es Natale in Casa Cupiello versión 3.0», bromea el director. Pero la gran novedad es el cambio del protagonista, muy distinto en su aspecto pero igual en su capacidad y talento. Pep Cruz, un actor de imponente físico, le pasa el testigo a Boris Ruiz, bastante más bajito. «De Filippo [autor y actor de la pieza en su momento] tiene mucho más que ver conmigo. Pep está insuperable, pero yo voy a por todas», dice.

El belén, otro 'personaje'

Ruiz no es el único veterano de la versión 3.0, en la que también están Manel Dueso y Xicu Masó. Junto a Jossa, son los puntales de esta farsa costumbrista sobre una familia napolitana que se prepara para celebrar la Navidad. Así el belén, por el que está muy preocupado Luca Cupiello, se convierte en uno de los ejes de la pieza. En ese sentido, Ruiz dice que juega con ventaja. «Yo fui pesebrista por tradición familiar».

«La obra no es solo comedia porque se instala también en una sensación agridulce», subraya Utzet. «Te lo pasas muy bien, pero hay también una reflexión de la vida cotidiana. La gente ríe y también puede llorar», subraya Broggi.

Reír y llorar, probablemente. Lo que sí es seguro es que el espectador de la Biblioteca de Catalunya tendrá durante un buen rato la sensación de ver por una mirilla un trozo de vida napolitana.