NUEVA NOVELA DE LA AUTORA DE 'LA MENNULARA'

La sensualidad de las monjas de clausura

Agnello-Hornby relata su fascinación por los conventos

La escritora Simonetta Agnello-Hornby, hace unos días en Barcelona.

La escritora Simonetta Agnello-Hornby, hace unos días en Barcelona.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Siciliana de familia principesca, Simonetta Agnello-Hornby (Palermo, 1945) desgrana sus opiniones con la rotundidad de quien no solo conoce la historia de su país, sino con un evidente sentido de propiedad. El siglo XIX, elrisorgimentoitaliano, telón de fondo deEl gatopardo, le sirvió en su novela más popularLa Mennulara, un hábil guiso de melodrama y retrato de época, apto para un amplio tipo de público. Seis libros más tarde y con una receta muy parecida aparece en castellanoLa monja y el capitán(Tusquets), situada en el momento previo a la reunificación. La triste historia de la sexta hija de un mariscal venido a menos que en el último momento es rechazada por su amor y obligada a entrar en un convento le sirve a esta siciliana para retratar a fondo el universo monacal del que, pese a no ser religiosa, se declara fascinada.

SANTO Y SEÑA / No es para menos, cuando se dedicó a documentarse a fondo y a visitar los distintos monasterios de su isla natal se encontró con que en uno de ellos, su apellido, o mejor dicho el de su primo, el príncipe de Belvedere, era el perfecto santo y seña para abrir las puertas de un inexpugnable convento de capuchinas donde fue a investigar. Allí en el Settecento se celebraban las fiestas de Carnaval más amorales.

Tirando de ese hilo y de alguno más, Simonetta Agnello (el apellido Hornby procede de su marido y padre de sus hijas de quien se separó hace ya años) descubrió, entre otras muchas cosas, la sensualidad con la que las monjas de clausura preparan sus dulces y que inspiró alguno de los momentos más eróticos de una novela que no juega explícitamente a eso.

«Encuentro de muy mal gusto hablar de erotismo solamente en relación al acto sexual. Creo que cuando uno trabaja o cocina es libre de pensar en lo que quiera, incluso en cosas pecaminosas. Me gustaba imaginar a las monjas elaborando esos dulces que a menudo tienen nombres muy obscenos:feddi di cancillieri (las nalgas de padre ecónomo),le poppe de la vergine (las tetas de la virgen). Y las monjas tenían esa sensualidad turbia porque para pensar en las nalgas del cancillier debías conocerlas antes», comenta la autora.

LA GASTRONOMÍA / Confiesa la escritora y también abogada en los barrios más depauperados de Londres, donde reside desde hace más de tres décadas, que su información gastronómica se limita a la teoría. «Mi madre y mi hermana sí que cocinan bien. A mí me falta paciencia. Mi marido solía decir: 'Simonetta presenta muy bien los platos, si después están buenos o no, no se sabe'».

Pese a que a la desgraciada protagonista, sin vocación alguna, no le va nada bien intramuros, la escritora después de su trabajo de campo -39 visitas a 19 conventos- se ha forjado una opinión muy positiva de este tipo de vida. «Yo jamás me haría monja, pero si hubiera tenido fe podría haberlo considerado».

Las monjas que conoció aman su estilo de vida y se la explicaron de manera atrayente. Y lo que resulta más sorprendente: «Están perfectamente al tanto de lo que sucede en el exterior y muchas de ellas emplean a mujeres extranjeras extracomunitarias para hacer sus dulces. Los famosos dulces de las monjas los hacen ahora las rumanas».