interferencias

Improvisar, colisionar y provocar

NANDO CRUZ

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LOS ÍDOLOS DE LAS MÁQUINAS

Ayer, en dura competencia con la atómica improvisación de John Paul Jones y Supersilent, otro quinteto se enzarzaba en infinitos diálogos musicales. Eran los cinco robots del alemán Roland Olbeter que, a partir de una línea melódica dada, alterean el tono y el tempo de forma cíclica y aleatoria. Son máquinas, pero saben que la música popular se transmite de padres a hijos. Por eso, de vez en cuando también tocan el clásico The robots de los bisabuelos Kraftwerk.

¿UN IDIOMA UNIVERSAL? ¡JA!

¡Por fin alguien explica por qué la música no es un idioma universal! En la cinta Kinsasha band, vemos cómo los congoleños Konono Nº1 y Kasai Allstars y la argentina Juana Molina, los yanquis Deerhoff y los suecos Wildbirds And Peacedrums luchan por entenderse. No comparten códigos. ¡Ni siquiera baten palmas a la vez! El proyecto Congotronics vs Rockers no fue un juntarse a tocar. Sudaron tinta. Presenciarlo es un divulgativo placer.

DUELO DE PIES

Se echa tanto de menos este año algún concierto alejado de los cánones occidentales... DJ Spinn y DJ Rashad suplieron esa carencia en parte. Los de Chicago no son de los que agradan con sonidos confortables: llevan al límite la capacidad bailable con una rítmica frenética a la que el bailarín responde, como es ley en el estilo footwork, con cinco movimientos de pie por segundo. Y la música es desafío. Una ceremonia vudú de tambores enloquecidos que transforma la pista de baile en un tribal cuadrilátero.

UN ARAÑAZO MÁS

Por ahora, lo más inesperado de este año no ha sido oír al inglés Kutmah pinchar la sintonía de la serie Larry David. Ni ese cartel pegado en un árbol del SonarVillage anunciando alquiler de apartamentos en Eivissa. Ni el barroco ruidismo de los franceses Plapla Pinky. Si en el 2011 ya llamó la atención el tocador de maquilladoras ubicado en el exterior del Macba, en el 2012 una marca de gafas ya se ha instalado dentro del museo. Un año más, un empujoncito más.