Ideas

Lo que es del César

ENRIQUE
DE HÉRIZ

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En los años 80 y 90 quebraron algunas editoriales que, pese a haber creado catálogos interesantes, no pudieron soportar la competitividad feroz que asoló la industria cultural. Como era de esperar, sus competidoras se repartieron los restos. Nada que objetar: no siempre quien planta la simiente llega a beneficiarse de sus frutos. Yo tuve la suerte de ser el editor en España deJames Ellroyy obtuve de ello un gran beneficio más allá de lo profesional, pues aparte de mantener con él contactos personales bien interesantes, entablé una valiosa amistad con su agente.

Creo que, como editor, cumplí con mi obligación de poner todas las herramientas de la profesión al servicio de la divulgación de su obra y quiero suponer que algún mérito me corresponde en el relativo éxito que le depararon los lectores. Sin embargo, nunca tuve el menor reparo en reconocer (mejor dicho, en ser el primero en advertir públicamente) que el descubrimiento deEllroyen España se debía a los editores de Júcar, que lo publicaron primero.Paul Austertambién empezó en Júcar.Toni Morrisonen Argos Vergara. Etcétera. Algunos editores practican una injusticia pueril cuando, al citar en las solapas las obras anteriores de un autor, hurtan el dato de quién las publicó, como si la alusión del mérito ajeno se diera en detrimento propio. Me impresiona su mezquindad, pero sobre todo su miopía: ignoran que, en un país no sobrado de lectores, cada libro vendido es un triunfo colectivo. Escribo esto la semana en quePetros Márkarisrecibe públicos parabienes, con la alegría de saber que su éxito es merecido, pero también con la tristeza de comprobar con qué facilidad se olvida que alguien se atrevió a publicarlo en Ediciones B cuando era «un griego desconocido». Me apresuro a atribuir el mérito a quien corresponde: su primera editora,Susana Andrés,que peleó a contracorriente para que se le diera apoyo comercial pese a los fracasos iniciales. A Dios, lo que es de Dios. Y al César, lo suyo.