Auge de la literatura con mensaje político

La novela social se reinventa a la luz de la crisis

Autores como Rafael Chirbes, Isaac Rosa y Belén Gopegui abren camino a las letras comprometidas

'Performance' realizada por 'indignados' en la Puerta del Sol.

'Performance' realizada por 'indignados' en la Puerta del Sol.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Tan antigua como la novela picaresca. Se trata de reflejar la realidad y contar la propia incomodidad respecto a lo que pasa. Es la nueva novela social española. Cargar las palabras de crítica o directamente de ideología, aunque esto último tenga menos consenso. Si la conciencia social está en la calle entre parados e indignados es evidente que tenía que impregnar también la literatura. Hacía muchos años, desde la eclosión en los años 50 del realismo social, que este asunto, en el que lo colectivo adquiere un mayor protagonismo, no se hacía tan visible literariamente.

Para hacerle justicia a la tendencia hay que decir que poco tiene de coyuntural. Cuando el movimiento 15-M plantaba sus tiendas en la plaza de Catalunya autores como Belén Gopegui o Isaac Rosa ya habían explorado ese terreno en diversas obras y un veteranooutsidera caballo de generaciones como Rafael Chirbes -muy celebrado en Alemania pero mucho más oculto en España- ya había escritoCrematorio, la más lúcida exploración en los antecedentes de la debacle económica y una disección airada del capitalismo «de hoguera que calcina todo en un instante». «La primera intención del novelista es explicarse a sí mismo. Y, para hacerlo, tengo que explicar lo que hay a mi alrededor», simplifica Rafael Chirbes. Total que para él, toda obra que explora la realidad tiene necesariamente un fuerte componente ideológico, «se sea consciente o no de ello».

Una figura clave es el editor Constantino Bértolo que desde el pequeño sello Caballo de Troya -pero ubicado en el grupo Random House Mondadori- y a sus 65 años sigue apostando por una literatura de nuevos valores que «intervenga contra los discursos dominantes, ya sea literarios como ideológicos», una distinción que, confiesa, le cuesta hacer. Y cita a autores de su catálogo como Javier Mestre o Fernando San Basilio. Con todo, Constantino Bértolo se siente en minoría fuera de la corriente dominante, alejado de «esa literatura autista, tan en boga de escritores que escriben sobre escritores». Según sus criterios, «lo que sigue entendiéndose como valor literario es una narración escéptica que defiende las contradicciones como un lugar confortable. En ese lugar no molestas a nadie y nada te compromete».

Isaac Rosa, que el pasado septiembre publicó su simbólica novelaLa mano invisible,un trabajo entre Kafka y Marx, asume sin manías la denostada literatura del compromiso. «Para mí es hoy más imprescindible que nunca. Sin dejar de compartir con otros escritores un interés literario y artístico en la creación creo que escribir supone un ejercicio de responsabilidad, porque estoy hablando desde un lugar en el que los demás callan y escuchan».

RECELO Y ARTIMAÑAS / Con una ya larga tradición de novelas sociales y/o políticas, Belén Gopegui detecta mucho recelo a su alrededor, pero también interesada estrategia «En la novela, la crisis económica y política hace que ciertas instancias quieran sumarse al proceso de desvelamiento, la democracia falla, la lucha de clases existe y algunas poltronas académicas se ven obligadas a abordar esa novela para así defender su privilegio, el control de lo que esartísticamentepolítico». También señala que el 15-M ha aportado a su manera de entender la literatura «un refrendo desolador».

En el panorama catalán un Francesc Serés que antes de triunfar conContes russosabordó el tema en un libro de relatos, La força de la gravetat, y un reportaje literario,Materia primera(ambos en Quaderns crema), considera que «la literatura siempre es política y por eso no necesita el adjetivo». Y el barcelonés Pablo Sánchez, ganador del Premio Francisco Casavella conEl alquiler del mundo(Destino) advierte de los peligros estéticos de una mirada «cuya escasez en el periodo democrático resulta preocupante» pero también del grave riesgo que supone caer en el panfleto. «No se construyen buenas novelas solo con buenas intenciones».