Los estrenos de la semana

Spielberg lleva a Tintín el espíritu de Indiana Jones

Kike Maíllo combina la ciencia ficción robótica y el melodrama en la producción catalana 'Eva'

NANDO SALVÀ

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Las películas que hoy se incorporan a la cartelera lucen orgullosas sus fuentes de inspiración, tanto las impresas en su código genético como otras tal vez más sutiles pero también más reales. Que sirva Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio a modo de ejemplo. Sobre el papel la primera colaboración entre Steven Spielberg y Peter Jackson -director y productor, respectivamente-- es una adaptación de las novelas gráficas creadas por Hergé, que han sido traducidas a más de 80 idiomas y han vendido más de 350 millones de ejemplares. Sin embargo, su más claro modelo es otro. Tres años después de la decepcionante Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, Spielberg compensa ese desliz con una película que, tanto por su narrativa frenética como por su dedicación visceral a la creación de frenesí, es la verdadera sucesora de las aventuras del legendario arqueólogo del látigo y el sombrero fedora. Después de todo, Spielberg entró en contacto con la obra de Hergé hace 30 años, después de que algunos críticos mencionaran a Tintín al hablar de En busca del arca perdida.

Otro ejemplo: cualquiera que se considere medianamente cinéfilo sabrá que El niño de la bicicleta no es la única película protagonizada por un niño y una bicicleta. Si el chaval de Ladrón de bicicletas tiene un padre y debe buscar su bicicleta perdida, el de la nueva película de los Dardenne tiene una bicicleta y debe buscar a su padre. Pero, de nuevo, el principal referente es otro: El niño de la bicicleta habla de un niño perdido en el bosque, de su hada madrina, de un lobo que lo tienta. Es Caperucita Roja. Quizá por ello, es sin duda la película más luminosa y amable y también la más accesible de estos hermanos tan belgas y geniales como Hergé.

El título original de Semilla de maldad incluye la palabra Frankenstein, así que no cabe duda de cuál es aquí la inspiración. El húngaro Kornel Mundruzco ha trasladado el clásico de Mary Shelley de 1818 al Budapest actual y, como consecuencia, ahora el agente del terror no es un monstruo hecho de retales sino un adolescente criado en un orfanato que busca a su madre biológica en un edificio ruinoso. Otra novela de éxito también escrita por una mujer, Kathryn Stockett, es la base de Criadas y señoras, aunque sería más apropiado definir este retrato de la racista América sureña de hace medio siglo como Magnolias de acero más Matar a un ruiseñor más Arde Mississipi. ¿Por qué las niñas blancas que son cariñosamente cuidadas por criadas negras se convierten en racistas furiosas una vez crecen y forman sus propias casas?, se pregunta el filme, pero se muestra demasiado preocupado por provocar lágrimas fáciles y ganar dinero en taquilla -en Estados Unidos ha sido un éxito tremendo- como para buscar respuestas. En cambio, se trata de la típica hollywoodificación de la historia americana, diseñada para que nos sintamos orgullosos de vivir en tiempos mejores. Por cierto, actualmente el patrimonio medio de una familia blanca en Estados Unidos es de 113.000 dólares; el de una familia negra, de 5.000.

HUMANOS Y ROBOTS / Hablemos por último de Eva, ciencia ficción catalana dirigida por Kike Maíllo. Pese a estar situada en un mañana donde los seres humanos viven acompañados de robots, la película se aleja del típico retrato futurista dado que, por un lado, su universo -las casas, los coches, la ropa— posee una estética más bien setentera y, por otro, su argumento se sustenta sobre un triángulo amoroso inspirado directamente en los arquetipos del melodrama clásico. En todo caso, por cómo debate la responsabilidad del artista ante su creación y, sobre todo, por cómo trata de reflexionar sobre lo que significa ser humano y lo que nos distingue de los robots, Maíllo deja claro dónde tiene puesto el ojo: A.I. Inteligencia artificial. La cosa, pues, empieza y acaba en Spielberg. Como casi siempre.