crítica

'Somewhere', la máscara verdadera del actor

QUIM CASAS

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La cuarta película de Sofia Coppola puede apreciarse de distintas maneras. Por un lado deviene una prolongación de algunas de las cosas planteadas en Lost in translation, ya que atañe a la historia de un cotizado actor (Stephen Dorff) que se encuentra en una deriva personal, como el personaje de Bill Murray, también actor, aunque en decadencia, lo estaba en aquella película ambientada en un Tokio frío y desconcertante.

Por otro lado, Somewhere puede verse igualmente como un reflejo ácido de las relaciones padre-hija adolescente, relaciones de dependencia, de afecto, de necesidad. El actor tiene que pasar buena parte del tiempo que dura el filme con su hija, fruto de un matrimonio rápidamente encharcado, y en esta relación pueden resonar algunos ecos, mitigados si se quiere, de la relación paterno filial entre Francis Ford Coppola y Sofia; el director de El padrino ha secundado hasta el momento, en calidad de productor, todas las aventuras cinematográficas de su hija, y sin su mecenazgo filmes como éste, Las vírgenes suicidad o Lost in translation serían imposibles.

Somewhere es más arisca que Lost in translation, tiene menos coartadas «modernas» más allá de su banda sonora (Phoenix mayormente) y algunos toques cool indisociables del cine de la realizadora. Dorff, espléndido, matiza en casi cada plano la desolación de su personaje, una estrella querida pero enormemente solitaria. Parece un tópico, pero Sofia Coppola lo plantea con franqueza, con secuencias perturbadoras -la de la máscara en la sala de maquillaje, por ejemplo- y un espíritu mucho más independiente que el de anteriores filmes.