ESTRENA FILME

Raúl Ruiz: "La tristeza portuguesa es buena" (20-03-2011)

El veterano director chileno acaba de estrenar en España su última película, la magnífica `Misterios de Lisboa¿

NANDO SALVÀ / Madrid

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¿La crítica ha sido unánime al considerar Misterios de Lisboa una obra maestra, y eso no había pasado con ninguna de sus películas previas. ¿Le asusta?

¿Un poco. Es una sorpresa, no consigo explicármelo. Estoy acostumbrado a reacciones polarizadas. La reacción más negativa la tuve de mi médico, que se quejó porque había tenido que pagar 20 euros de párking cuando fue a verla. Es que es muy larga.

¿Hablando de su médico, es importante recordar que sufría cáncer de hígado cuando rodó la película.

¿Sí, el médico me dijo que mis posibilidades de supervivencia eran del 50 por ciento. Al final se sinceró y confesó que eran del cinco por ciento. En otras palabras, llegué a estar muerto. Me dijo que tenía un tumor atípico e inclasificable. Yo le contesté: «Oh, así exactamente son mis películas».

¿¿Cómo afectó la enfermedad a su mirada como cineasta?

¿Hablando claro, hizo que redujera el número de planos al mínimo. Decidí resolverlo todo a base de planos-secuencia. El caso es que poco a poco me di cuenta de que era una estrategia muy útil para mi historia.

¿¿Y al rodaje?

¿Mire, todas las películas se producen alrededor de la confusión y el caos más absolutos, suceden como uno puede y no como uno quiere, y eso está bien. Si hubiera hecho Misterios de Lisboa bajo control a lo mejor habría cometido errores. Las dificultades son como abono para la creatividad. Además, extrañamente reinó en el rodaje un buen humor que hizo que un relato que esencialmente es un dramón tenga un componente irónico importante.

¿¿Cómo la definiría?

¿Yo diría que es como una telenovela comprimida, pero rodada en cine. La hice pensando que estaba cerrando un círculo. Empecé mi carrera como director de telenovelas televisivas en Chile y México, y pensaba que Misterios de Lisboa iba a ser mi última película.

¿¿Qué le atrae del folletín?

¿Su técnica narrativa, que está en las antípodas de lo que llamamos drama moderno, tiene las arbitrariedades propias del género. No es el personaje el que guía la acción. Es la acción que conduce al protagonista. Es el reino de las incoherencias narrativas. Lo que pasa es que la vida también está llena de incoherencias narrativas. La vida es un folletín. Además, siempre me han fascinado los cuentos populares, provengo de una familia de cuentacuentos.

¿A usted le fascinan las narrativas laberínticas, llenas de de puertas y pasajes secretos. ¿De dónde le viene?

¿No lo sé, me gusta pensar que tiene que ver con cómo aprendí a consumir cine. Durante mi infancia, en Chile se estilaban los programas cuádruples y quíntuples. Ibas al cine y veías cinco películas por el precio de una. Veías a Robert Taylor vestido de cowboy, luego te dormías y cuando te despertabas veías a Robert Taylor en otra película, vestido de abogado. Son los vasos comunicantes existentes dentro del cine americano.

¿Usted es chileno y vive en Francia desde hace 30 años. ¿Le costó rodar Misterios de Lisboa

¿No. Me encanta el idioma portugués, no solo por lo dulce que resulta al oído, sino también por cómo sugiere que lo que no dicho es más importante que lo dicho. Eso hace que los diálogos, incluso los más banales, tengan un misterio. En francés y en castellano, cuando empezamos a hablar sabemos más o menos cómo va a terminar la frase, y el discurso es totalmente explícito, no hay entrelineados. El portugués es como el ronroneo de los gatos. Como chileno, me siento muy cercano a esa cultura.

¿¿Por qué?

¿Compartimos cierta tristeza, aunque con diferencias. Alguien habló de la diferencia entre la tristeza buena y la tristeza mala. La mala es la que siente quien piensa que se está perdiendo algo que está sucediendo en otra parte. La buena es la del que dice: «Estoy aquí, sé que me voy a morir, y voy a dejar que suceda de la manera más apacible». Los portugueses poseen la tristeza buena, los chilenos la mala. Los chilenos luchan por combatir su depresión, los portugueses se suman a ella.