Análisis

Qué bueno que viniste

Jordi Martí

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Hace cinco años, cuando anunciamos queRicardo Szwarcerhabía ganado el concurso para dirigir el Festival Grec durante las siguientes cuatro ediciones (al final han sido cinco), muchos torcieron el gesto; un personaje desconocido, ni tenía el glamur de los grandes nombres internacionales, ni era uno de los nuestros. Él a lo suyo; sus primeras palabras apuntaban que no venía para hacer una programación, sino para contribuir a la definición de un festival que pudiera ocupar, en el futuro, un lugar en la mesa de los acontecimientos internacionales y, a la vez, responder a las necesidades de la escena y el público local.

El gesto siguió torcido y, en buena medida,Ricardoha ido manteniendo un pulso de cinco años con la ciudad. Esa ha sido la parte dura de su trabajo, mantener firme el criterio hasta convertirse en un espejo que jamás ríe las gracias por graciosas que estas sean.

A Barcelona, siempre con tendencia a creerse el ombligo del mundo, le convienen ese tipo de personajes que no caen rendidos a sus pies. Sin mediar ninguna clase de gesticulación -dedicándose a lo que se dedica, ¡jamás hace teatro!-, cuando le preguntan por la opinión internacional sobre la ciudad, responde: «querer saber cómo se te ve fuera es otro acto muy adolescente. En Londres o en París nadie se lo pregunta. Los argentinos tenemos este mismo tic, quizá es un complejo de inferioridad». Toma ya.

Y el soufflé sigue subiendo; año tras año el festival ganaba en coherencia, llegó Kadmos, la red con los grandes festivales del Mediterráneo (Aviñón, Atenas, Istambul…), se lograron los 100.000 espectadores, los grandes nombres se hacen más habituales que nunca, Japón, en unmás difícil todavía,protagoniza la edición de 2010, y el circo se abre un hueco importante en el festival… El pulso lo va ganando sin estridencias, con el corazón encogido antes de cada estreno del festival (ahí es donde el combate se hace visible), y ya en esta edición, con un guiño intencionado de la mano de la sardana deconstruida deGelabert,Ricardose retira discretamente, con un gesto socarrón y esa liviana sensación de haberse salido con la suya; en cierta manera como el actor delInferno deCastellucci,que, encaramándose al árbol más alto del anfiteatro, lanza una pelota al centro del escenario.

Pronto para ti esta ciudad será un recuerdo, pero Barcelona ya te empieza a echar de menos. Gracias por todo.