Publicado en El Periódico el día 7 de mayo

El año de Emili Teixidor

Emili Teixidor, ayer en el Ateneu Barcelonès frente a un retrato de la escritora y periodista Anna Murià.

Emili Teixidor, ayer en el Ateneu Barcelonès frente a un retrato de la escritora y periodista Anna Murià.

ERNEST ALÓS

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Emili Teixidor (Roda de Ter, 1933) ha recibido a lo largo de su vida premios concedidos por instituciones y por jurados literarios, como autor de literatura infantil y juvenil o como novelista para adultos. Pero ayer recibió otro muy distinto, para el que además de una obra a sus espaldas también se requiere el reconocimiento personal de sus colegas: el Premi Jaume Fuster, concedido por la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana (AELC) por votación entre todos sus miembros para reconocer el conjunto de una carrera. Para Emili Teixidor, el 2011, con el segundo éxito de Pa negre al pasar a las pantallas al cabo de siete años de publicar la novela y la candidatura a Català de l'Any, está siendo un año de cosecha.

Teixidor, curiosamente, no es miembro de la AELC, ni parece que esté dispuesto a afiliarse a estas alturas, traicionando su «espíritu un poco anarquista». Lo que los socios de la asociación han premiado, explicó ayer el codirector de la escuela de escritura del Ateneu Barcelonès Jordi Muñoz, es al maestro «de la lectura y de la vida», un «pedagogo y divulgador de ideas», al escritor y editor capaz de «dar aliento» discretamente y a un escritor de «inagotable versatilidad», que en su faceta para adultos ha trabajado «la memoria y el olvido» y ha abierto la puerta de la lectura a varias generaciones de escolares catalanes a partir del entusiasmo en lugar de la obligación.

MAYORES Y PEQUEÑOS / Teixidor reconoció ayer que en su obra hay «dos caras». Una, «más libre» y a la vez más exigente y menos prolífica, como escritor de novelas para adultos, una faceta de su carrera iniciada tardíamente: «Aquí hago lo que me da la gana». Otra, como autor de libros para niños y jóvenes, en la que reconoció más de un constreñimiento. Los propios del género («igual que sucede también con el negro o el romántico»), de la necesidad de mantener un ritmo de producción profesional y de tener en cuenta los elementos didácticos (algo que tiene su «peligro» aunque no le duele gracias a su «animeta pedagógica») y de los elementos de «servicio» al país.

«Un grupo de autores nos fijamos la creación de literatura infantil y juvenil como un acto de servicio, animados por el fundador de La Galera, Andreu Dòria. No podía ser que nos viniese de fuera hasta la fantasía de nuestros niños», recordaba ayer Teixidor en la sede de la AELC. Fueron Joaquim Carbó, Sebastià Sorribes, Francesc Vallverdú, él mismo... Los autores de libros que a través de la escuela han pasado de generación en generación.

«Salió bien», concluyó el escritor, delicado de salud y aún agotado por su maratón de firmas en Sant Jordi, impulsadas por Pa negre, que después de que su adaptación cinematográfica arrasara en los Gaudí y en los Goya ha reverdecido su éxito original (llegó a los 80.000 ejemplares) y se acerca a la frontera de los 120.000. Aunque Teixidor reivindica ese éxito inicial (y el de novelas juveniles como L'ocell de foc, con medio millón de ejemplares), descarga el cinematográfico en las espaldas del director Agustí Villaronga: «Yo soy el autor literario, la narración visual es suya, es el autor de la película».

Por otra parte, el premio de narrativa Maria Àngels Anglada, que promueve el instituto de secundaria Ramon Muntaner de Figueres, en el que la fallecida escritora dio clases, recae este año en Sergi Pàmies por su libro La bicicleta estàtica.