Ian McEwan: «La energía nuclear es el menor de los males posibles»

Satírico. Nacido en Aldershot (Inglaterra) en 1948. Ha escrito Niños en el tiempo, Amor Perdurable, Expiación, Sábado y Chesil Beach.

Fue el autor más truculento al norte del canal de la Mancha. Luego el más clásico gracias a 'Expiación'. Ahora explora el registro de la risa.

«La energía nuclear es el menor de los males posibles»_MEDIA_1

«La energía nuclear es el menor de los males posibles»_MEDIA_1

ELENA HEVIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

McEwan nunca está donde se le espera. En Solar (Anagrama / Empúries), su última novela, urde una negra trama sobre un despreciable y priápico nobel de Física dispuesto a sacar tajada del negocio de las energías renovables. Hoy dialoga con Jorge Wagensberg en Kosmópolis.

-Leer Solar mientras la central nuclear de Fukushima echa humo da una nueva dimensión a su novela.-Sí, pero la culpa de que Fukushima muestre sus entrañas la tiene la naturaleza, no el hombre.

-No parece una buena idea que los hombres hayan construido una central justo donde se unen dos placas tectónicas.-Cierto. No lo es. Pero ninguna gran ciudad puede funcionar solo con energía solar o eólica. Hoy no tenemos alternativa. Hay unas 450 centrales en todo el mundo y en comparación con la industria del carbón tienen muy buen historial en cuanto a seguridad. Estoy convencido de que necesitaremos esa energía los próximos 30 o 40 años. No era mi punto de partida cuando investigué para esta novela, pero al final me di cuenta de que la energía nuclear es el menor de los males posibles.

-En su novela hay una mirada grotesca y también moral frente a las energías alternativas. ¿Los ecologistas se le han enfadado?-La mayoría lo ha valorado como un libro preocupado por el cambio climático. Yo estoy a favor de las nuevas tecnologías pero me preocupa que un pequeño país como Gran Bretaña acabe por destruir su naturaleza. Además esas tecnologías todavía deben demostrar que funcionan.

-Frente a las voces negacionistas, viajó usted al Círculo Polar Ártico para comprobar personalmente que el planeta se está calentando. ¿Qué conclusiones sacó?-Que hay datos abrumadores que lo confirman. Si no aparecen en primera plana de los diarios es porque los medios de comunicación y a la gente les aburre el tema, lo que provoca que los grupos petrolíferos se aprovechen de ello.

-¿Hay un científico frustrado en usted?-De adolescente tuve que elegir entre humanidades y ciencias y a los veintitantos me pregunté si había tomado la decisión adecuada. Pero ahora estoy convencido de que hubiera sido un científico mediocre porque mis notas en matemáticas nunca fueron buenas.

-Las humanidades y las ciencias conviven dándose la espalda.-Siempre he intentado convencer a la gente de que esta división es artificial. Ambas disciplinas provienen de la curiosidad acerca del mundo y de quienes somos. Y se ocupan de los mismos problemas pero con métodos distintos. Creo que hay mucho esnobismo en el campo de las humanidades respecto a las ciencias.

-Su novela me ha recordado Las almas muertas de Gógol.

-¿En qué sentido?

-Tenemos un protagonista despreciable, una historia divertida y una visión crítica de la sociedad.

-No lo había pensado. Si quieres tener un personaje negativo y quieres atrapar al lector, el humor es un buen recurso.

-La risa es toda una novedad en su universo.-Cuando yo tenía veintipocos años y escribía historias siniestras, creía que estaba siendo muy divertido pero me temo que solo lo percibía yo.

-Tras el éxito de Expiación sufrió usted una absurda acusación de plagio. Sorprende que el tema reaparezca en esta novela.-Sí pero aquí mi protagonista es realmente culpable. El suyo es un plagio de verdad.

-Pero usted retrata a la perfección la autoindulgencia de un plagiario.-Mi protagonista y yo compartimos la sensación de que hemos estado en el centro de la tormenta mediática. De forma inevitable uno extrae su escritura de esas emociones.

-¿Tiene la sensación de que sus novelas históricas han sido mejor recibidas por la crítica que las contemporáneas, algo más vapuleadas?-Sí. Eso es porque todo el mundo tiene su propia opinión sobre el presente. Aunque los británicos seamos muy obsesivos con el pasado, una novela sobre el siglo XVIII jamás generará polémica.

-Pero a usted no le asusta la polémica, al contrario. ¿Cree que el escritor debe tener una dimensión ética?-No soy un escritor especialmente politizado pero he levantado algunas polvaredas con mis opiniones. Básicamente porque critiqué a la yihad islámica, algo que todo el mundo menos los yihadistas debería compartir.

-¿El apabullante éxito de sus últimas novelas ha transformado su escritura?

-Creo que no. Pero sí es verdad que ha invadido ese espacio privado que es tan necesario para trabajar. Con el auge de internet y el correo electrónico me pregunto a veces si mi problema no es la falta de soledad. Creo que en esta sociedad no hay suficiente soledad, no dedicamos suficiente tiempo a estar a solas con nosotros mismos.

-¿Para cuándo esas memorias de las que habla desde hace años?-Cuando me lo propongo siempre hay una novela que se interpone.

-Serían muy interesantes porque es muy difícil identificarle en sus ficciones.-Siempre he sido muy protector con mi vida privada y me tienta seguir haciéndolo.

-En ese libro podría aparecer su versión sobre la historia del hermano al que conoció ya mayor porque sus padres lo dieron en adopción.-Sí puede parecer una historia una historia interesante sobre el papel pero en la vida real pasa rápidamente de ser sorprendente a convertirse en banal. El viernes cenaremos juntos. Hace tiempo que no le veo y tengo muchas ganas.

-¿Cómo definiría su relación?

-Como algo especial, porque realmente no hemos compartido un pasado. Es más bien una amistad con un cierto conocimiento de una historia trágica.