La esperada visita de la estrella australiana
Estrella sí, pero no fugaz
Si el star system del pop fuese un lienzo de azul intenso como el firmamento, comprobaríamos que está plagado de estrellas fugaces y, en cambio, dramáticamente falto de cuerpos celestes de brillo perpetuo; esos que siempre están ahí y nos permiten orientarnos en la oscuridad. Uno de las pocas estrellas que ha iluminado el cielo de forma constante durante el último cuarto de siglo es Kylie Minogue (Melbourne, 1968). Su brillo nunca fue cegador, pero tampoco nos ha dejado nunca a oscuras.
En 1979, cuando Blondie triunfaba con Heart of glass y Gloria Gaynor con I will survive, la niña Kylie obtenía sus primeros papeles en la televisión australiana. En 1986, cuando Whitney Houston berreaba The greatest love of all y las Bangles caminaban como egipcias, la ya adolescente Kylie entraba por la puerta grande de la teleserie Veïns. Y solo una temporada después exprimía su éxito televisivo dando el salto a la canción con tremenda puntería. The loco-motion y I should be so lucky serían los singles más vendidos de la década de los 80 en Australia.
Icono sexual
Madonna, la reina a batir, le llevaba entonces cinco años de ventaja profesional. Cinco años de carrera en los que había editado tres elepés y 20 singles. Con el cambio de década, Kylie inició la reformulación de su identidad artística, enterrando el perfil de vecinita modosa para adoptar un nuevo rol de Barbie devorahombres e icono sexual de bolsillo. Su romance con Michael Hutchence (cantante de INXS) y su posterior dúo con Nick Cave en la canción Where the wild roses grow contribuyeron a la metamorfosis. La muñeca permanentada se había transformado en una mujer fatal.
Sin ser su mejor década en términos comerciales, los años 90 allanaron el terreno para que Kylie confirmase en Light years (2000) su condición de corredora de fondo del pop. El single Spinning around la devolvió a las pistas de baile y de repente la distancia antaño insalvable entre Madonna y ella parecía diluirse. Ahora casi parecían coetáneas. Tan parejas que un día Madonna salió a escena con una camiseta en la que se leía: Kylie Minogue. Podía parecer un reconocimiento a su perseverancia, pero poco después Madonna salió con otra camiseta que decía: Britney Spears. Las estaba equiparando; las estaba reduciendo a simples aspirantes a su trono.
En el 2001, Kylie lanzó Can't get you out of my head y fue número uno en todo el mundo. Ese año Madonna solo publicó el anodino What it feels like for a girl. Fue una victoria aislada, sí, pero aquella actricita precoz que se casaba con el olvidado Jason Donovan en un capítulo de Veïns y hoy es novia del modelo Andrés Velencoso es un icono del pop sin edad que ha visto subir y caer cientos de estrellas fugaces. Desde el 2007 es la imagen de la empresa de joyería pija Tous. No podían haber elegido mejor. A sus 42 años, Kylie Minogue es la osa menor del firmamento pop; ideal para pendientes y pulseras. Ya sabemos quién es la osa mayor.
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