viaje imaginario al lugar natal del AUTOR

En Trieste con Magris

El visitante puede seguir la trayectoria del Danubio tal como la dibuja la obra del escritor italiano.

El visitante puede seguir la trayectoria del Danubio tal como la dibuja la obra del escritor italiano.

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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En su obra, el escritor italiano Claudio Magris ha resucitado con su imaginación un territorio mítico, la Trieste multicultural donde se cruzaban los mundos latino, eslavo y germánico, el próspero puerto franco del imperio austrohúngaro hasta el final de la primera guerra mundial, la ciudad de James Joyce, Italo Svevo y Umberto Saba. Con la ayuda de su amigo, el director teatral Giorgo Pressburger, y de la arquitecta Paola Navone, ahora acaba de obrar el milagro de que este espacio imaginado  se haga realidad en la exposición La Trieste de Magris, desde hoy y hasta el mes de julio en el CCCB.

«El arte da forma a la realidad, crea una nueva realidad. Y en este sentido, esta exposición es una obra de arte», explicó satisfecho Magris, que considera que dibujar el paisaje de su ciudad natal equivale a dibujar un retrato de sí mismo, y viceversa. Y cree que una exposición como esta solo podía nacer en un espacio también culturalmente plural y en el que se siente «comprendido» como Barcelona y Catalunya, «con una identidad particular muy fuerte y que pertenece a un contexto más amplio, que como Trieste incluye la pertenencia a dos o tres realidades».

MAGRIS, JOYCE, SABA, SVEVO...

3 Las exposiciones que relacionan a una ciudad y un escritor (Kafka y Praga, Borges y Buenos Aires, Pessoa y Lisboa, y, en los próximos años, la Roma de Pasolini y el Estambul de Pamuk) son ya una tradición en el CCCB.  A diferencia de las muestras anteriores, Magris ha querido que su protagonismo (una reproducción de su sala de estar, con sus lecturas, sus fotografías familiares y sus manuscritos, la película Dietro il buio, basada en su monólogo Así que usted comprenderá y rodada expresamente para la exposición) esté mucho más compartido con otros autores que han escrito sobre Trieste o sobre cuyas obras ha influido la ciudad.

Porque la realidad y la literatura se influyen entre sí para crear una realidad mucho más grande que el paisaje físico, que el histórico o que las biografías personales, explicaba ayer Magris: «La ciudad es al mismo tiempo madre e hija de las grandes obras literarias». De las del transilvano Italo Svevo, que en realidad se llamaba Hector Schmitz, de su amigo James Joyce, residente durante 14 años en Trieste y del que se muestra abundante correspondencia o  del librero  y escritor Umberto Saba.

VIENTO, CAFÉ, LIBROS

3 Giorgio Pressburger se planteó que quienes visiten la exposición «salgan de las salas con una experiencia vivida»: para empezar, una sala hace sentir la fuerza del bora, el viento racheado y salvaje que baja de los Alpes hasta el Adriático y que obliga a tender cuerdas para agarrarse a ellas por las calles. En otros espacios se pueden revivir una visita a la Librería Anticuaria de Umberto Saba y al Caffè San Marco, de 1914, donde Magris ha escrito muchas de sus páginas.

PSICOANÁLISIS, ANTIPSIQUIATRÍA

3 La situación de Trieste como puente cultural hizo que se convirtiese en la puerta de entrada del psicoanálisis en Italia, a través del discípulo de Sigmund Freud Edoardo Weiss. Pero en los años 70 volvió a ser innovadora. El famoso hospital psiquiátrico de San Giovanni (se muestra la obra del pintor alienado Vito Timmel) fue el campo de batalla de Franco Basaglia, que defendió la caída de los muros de las instituciones mentales y la salida a la calle de sus internos. El símbolo fue el caballo azul (Marco Cavallo, reproducido en una sala) que encabezó el histórico pasacalles con el que los internos reconquistaron las vías de la ciudad.

CONVIVENCIA Y PERSECUCIONES

3 Las salvajadas del siglo XX (como el campo de concentración y exterminio de La Risiera, la arrozería, protagonista del espacio más opresivo del recorrido, o los años del telón de acero) se llevaron por delante la Trieste de los Habsburgo, un «no lugar» cosmopolita. Una sala permite revivir la  nostalgia de este imperio difunto: alrededor de un retrato del emperador Francisco José cuelgan auriculares que permiten escuchar el himno imperial en las diversas lenguas de los súbditos de la corte de Viena. Incluyendo el triestino: ¡Salvi diu l'imperator¡! Con la caída del muro y, después, de la frontera entre Italia y Eslovenia, algo del Trieste universal, bisagra de dos mundos (como el Danubio al que se dedica otra sala, con un recorrido virtual desde su nacimiento a la desembocadura, paralelo al que relató Magris en su Danubio) ha regresado, aunque con otros colores y orígenes, concluye la muestra.